En el año del sesquicentenario de la Constitución Nacional los ciudadanos seguimos escuchando los discursos de aquellos políticos que deberían conocer los artículos de la denominada Ley de Leyes. Muchos de los que al momento de asumir sus funciones juran cumplir con sus obligaciones esperando el juicio y las demandas de Dios y la Patria, saben mejor que nadie, que Dios está demasiado ocupado en atender otros urgentes problemas como para venir a juzgarlos y la Patria la integran los jueces que nombraron ellos mismos…. LA INUNDACION, LA CONSTITUCION Y LOS DISCURSOS POLITICOS
Entonces la ecuación es de fácil solución, los juramentos se olvidan pronto y nadie podrá pedir rendir cuentas de sus actos. Los pocos aciertos lo difunden los medios que reciben las generosas pautas de los gobiernos de turno, Lole incluído.
Este es el año que las barrosas aguas del Río Salado se llevaron la pátina con que se había revestido a uno de los llamados hombres “destinados a salvar el país”, me refiero al gobernador de Santa Fe, Don Carlos Alberto Reutemann.
Escribir hoy sobre el desastre ocurrido en una de las provincias más ricas del país y las responsabilidades de su gobernador, podría aparecer como aprovechándose del caído o de oportunismo político. Ninguna de ellas anima mi intención. Desde siempre he difundido mi opinión crítica respecto al gobernador santafecino, a quien siempre califique como una creación del menemismo, con los mismos principios y errores.
Nunca antes Carlos Alberto Reutemann había recibido una palabra fuera de lugar o de elevado tono. Hoy, la realidad nos muestra el verdadero rostro de quien supo gozar de placeres y atenciones. Los indignados vecinos santafecinos le reclamaron en alta voz y con palabras fuertes su falta de responsabilidad ante la tragedia de las inundaciones.
Carlos Alberto administra la provincia de Santa Fe como un “patrón de estancia”. Se hace lo que él quiere, nadie hace sugerencias y/o comentarios. No se acepta una opinión en contrario. Su voz es ley.
Es común escuchar en los corrillos políticos quejas hacia su gestión o forma de administrar la provincia. Pero todo en voz muy baja como para que no la escuchen los aduladores del corredor teutón.
Tantas veces aquí en Buenos Aires me han dicho: “ustedes los santafecinos tienen suerte de tenerlo al Lole…”, a esto he debido respondier: “El Lole es igual a De la Rua… tiene demasiadas carencias como administrador… lo único que no hizo fue emitir bonos, pero los empleados públicos saben de la emergencia económica por la que siguen descontándoseles de sus haberes mensuales el 13%, sin saber que destino tienen estos fondos… el entorno plagado de amigotes y parientes cuentan con su aval total… la falta de justicia, el incremento del tráfico de drogas, la prostitución y el juego clandestino que financia los movimientos políticos y campañas del lolismo…”.
El Lole tiene imagen de hombre bueno, pero en Santa Fe se comenta sobre la renegociación del servicio de agua potable a la empresa Aguas Provinciales de Santa Fe, donde la mayor accionista es Aguas de Lyon (Francia) y aquí gran parte de las acciones le pertenecerían precisamente a una fortuna santafecina, la esposa de Carlos Alberto, Doña Mimicha Bobbio.
La provincia de Santa Fe, proporcionalmente, tuvo el 20 de diciembre de 2001 una cantidad mayor de muertos que la propia Capital Federal. Pero nadie dijo nada. Nadie reclamó justicia como se hizo en Buenos Aires. Es la provincia del Lole. El elegido por Carlos Saúl. El idolatrado por fanáticos y protegido de los medios de comunicación.
Hoy, la desgracia de las inundaciones muestra al país el rostro verdadero del gobernador Carlos Alberto Reutemann. La falta de prevención a situaciones de verdadera emergencia. El doble discurso y la carencia de una adecuada organización para brindar ayuda a aquellos que la necesitan y por supuesto, para colmar el vaso, despedir al funcionario, presunto responsable de la falta de previsión en su administración, marcan la verdad. Dura, dolorosa, con demasiados muertos, que se hubieran evitado de no existir la soberbia del gobernador.
Carlos Alberto ha preferido destinar fondos para reconstruir la costanera santafecina y el Puente Colgante, símbolos de una zona rica y de mansiones suntuosas. La zona oeste, barrios de laburantes y clase media quedaba para otra etapa. Postergada como siempre. Librada a su suerte.
Hoy, con los muertos sobre su conciencia, el Lole tendrá que analizar si continúa con la pretensión de ser cabeza de lista para diputados provinciales y de esta manera traccionar votos hacia su candidato a gobernador, el arquitecto Alberto Hammerly, (el mismo que como Secretario de Vivienda y Urbanismo dejo un reguero a su paso), y también ser candidato a senador nacional, para lograr votos en la lista de diputados nacionales.
Si pretendemos coherencia en los políticos cómo justificar esta dualidad, ser candidato en dos categorías con el único objetivo que su nombre figure en las boletas para así captar mayor cantidad de votos, utilizando su imagen.
Pero las aguas del Salado comenzaron a erosionar los fundamentos donde se levantaba la figura de Carlos Alberto Reutemann. Es de esperar que la sociedad santafecina comience a conocer el verdadero rostro que se esconde tras la fachada del político que apoyó a rajatablas al investigado por la justicia por enriquecimiento ilícito Senador Nacional Jorge José Massat; el mismo Lole que tres días antes de las elecciones “se jugó” abrazando a Carlos Saúl Menem (oportunismo dirían algunos); el mismo gobernador que pudo disponer de fondos de dudoso origen para el financiamiento de su campaña política; el mismo hombre que puso a su primo como Presidente de la Corte Suprema de Justicia; a su otro primo al frente de Lotería de Santa Fe (la misma que protege el juego clandestino); a una pariente al frente de la Fiscalía; a su primo como legislador provincial; a su….
Seguramente en las noches, cuando cierre sus ojos color cielo, Carlos Alberto Reutemann verá los ojos desesperados de aquellos que murieron ahogados por las aguas del Río Salado, seguramente escuchará en el silencio de las noches, los gritos desgarrantes de los niños que eran llevados por las corrientes y el pedido clamoroso de las madres llamando y buscando a sus pequeños en el pandemonium que significó una inundación, que si bien no se puede evitar, sí se pudo avisar para evitar tantas muertes inocentes. Los ancianos que perdieron lo poco que tenían. La conciencia del gobernador debe sufrir por las noches cuando se apaga la luz en su dormitorio.
Podrá su conciencia amortiguar los gritos de los que murieron por la desidia y falta de prevención. Podrá la conciencia acallar los llantos y las miradas cargadas de odio al momento de hundirse en las aguas barrosas. Será la conciencia capaz de olvidar el daño causado a inocentes que confiaron en sus autoridades.
Todo lo pasado duele mucho, sobre todo si se tiene conciencia.
La irresponsabilidad del gobernante está contemplada en la Constitución Nacional. ¿Será el momento en que Dios exija el cumplimiento de los juramentos y la Patria comience a demandarlos?
CARLOS ALBERTO CASTILLO, 13/5/2003
L.E. 7.635.607