Anuario 1995 – Centro Mundial de Estudios Humanistas
La vida del ser humano y de la sociedad transcurren en el tiempo y en el espacio. La vida está entrelazada con los procesos generales del desarrollo de la naturaleza y del mundo. Cada instante, cada día y año, éstos plantean nuevos problemas que se deben resolver para mantener la existencia. La adaptación a los retos del tiempo se realiza en lucha intensa con las tradiciones y hábitos del pasado, en busca de nuevas ideas y formas de conducta de acuerdo con circunstancias cambiantes. A veces se aprovecha la experiencia acumulada, a veces no se la tiene en cuenta. En todo caso, esa experiencia no puede ser absolutizada y convertida en dogma, porque esto último marca el fin de toda creación y todo desarrollo.
Existen dos variantes del desarrollo. La primera consiste en cambiar las circunstancias externas en sentido favorable; esto, por regla general, es harto difícil y en muchos casos imposible. La segunda exige del cambio en uno mismo. Ello tampoco es fácil. La verdad de las cosas es que el cambio se da en estructura, pero esto no implica claras intenciones sino que, frecuentemente, obedece a procesos mecánicos ante los que el ser humano se encuentra impotente. El Nuevo Humanismo privilegia la transformación como dirección y finalidad consciente. En todo caso, propicia la simultaneidad del cambio.
Pero la vida humana se desarrolla entre diferentes orientaciones valorativas. En la moral, sobre todo religiosa, se trata de la opción entre bien y mal, bondad y pecado. En la estética se elige entre la belleza y la fealdad. En la política se opta entre la libertad y su ausencia, entre no violencia y violencia, entre democracia y autoritarismo. En la política exterior se escoge entre la paz y la guerra. En la ciencia se distingue entre la verdad y el error. En las relaciones interpersonales se escoge entre el amor y el odio, entre la solidaridad y el egoísmo. Esta enumeración de los contrarios no tiene comienzo ni fin, pero ella indica que ante las nuevas circunstancias, la vida del ser humano se realiza a veces como compromiso, a veces como negación de dos o más variantes de conducta.
La orientación humanista en todas sus manifestaciones, tanto laicas como religiosas, ha hecho su opción a favor de la paz, la belleza, la no violencia, la verdad y la solidaridad. Sin embargo, la vida es tal que para lograr estos objetivos se suelen utilizar métodos amorales y violentos. Sucede, a menudo, que los objetivos enunciados no tienen nada en común con las intenciones reales y sirven de pantalla para encubrir la agresión y la dominación. Es bastante difícil comprender la dialéctica del fin y de los medios, pero en esto consiste el saber orientarse correctamente en las circunstancias cambiantes y encontrar soluciones auténticas. Cuanto mayor es el nivel de la relación entre la moral y la práctica, cuanto más grande es el contenido humanista de la intención y más corresponde a su objetivo, tanto más alguien puede ser considerado como ser humano. Sin embargo, esta línea de conducta no asegura automáticamente el éxito, ni garantiza la adaptación a la nueva situación. Cada uno tiene que escoger tal o cual conducta por cuenta propia.
La vida de la Grecia Antigua o la de la Edad Media, no tiene parangón con la vida de hoy. La existencia pasada es irrepetible, al igual que el tiempo que se ha ido. En cada instante, el tiempo dicta su propia lógica y plantea nuevos problemas. Hoy, su número y agudeza son mucho mayores que antes. La vida es cada vez más compleja y trágica. En los últimos años, en todo el mundo se revelan dos peligros, viejos pero cada vez más agobiantes: el terror y el nacionalismo; la violencia y el etnoegoísmo xenófobo. Y estos fenómenos se entrelazan, amenazando la vida de la humanidad.
¿Cómo entender todo esto? ¿Qué destino tendrá nuestra civilización? ¿Cómo debe responder a los retos de nuestra época el pensamiento humanista? ¿En qué consiste la misión del Movimiento Humanista mundial?
He aquí los problemas que están en el centro de nuestra atención. En parte, algunos de estos problemas se reflejan en este segundo volumen de nuestro Anuario, a la luz del estudio de la experiencia histórica y la apreciación de una serie de fenómenos contemporáneos. Este trabajo puede resultar adecuado para comprender los problemas actuales y sus posibles tendencias. Al respecto, pretendemos pasar por encima de los pesimismos afirmando la capacidad de los seres humanos de determinar su suerte por cuenta propia. El humanismo no es religión, ni moral, sino una intención recta de movilizar el potencial creador del ser humano como artífice y no aplastarlo como esclavo del dios o del destino.
En los materiales de este Anuario, se reconocerán algunos momentos de la historia del pensamiento humanista en Rusia y el carácter contradictorio de la doctrina y práctica del anarquismo ruso. También se apreciará, desde nuevos puntos de vista, los motivos humanistas de la obra de José Martí (Cuba), de Nicolai Berdiáev (Rusia), de José Carlos Mariátegui (Perú) y de Jean-Paul Sartre (Francia). La comparación de esas concepciones permitirá apreciar la riqueza y variedad de las ideas humanistas que ejercen influencia moral e intelectual sobre distintas corrientes del pensamiento social. Por otra parte, también se entregan los estudios efectuados sobre alguna civilización particular, sobre las civilizaciones de frontera y sobre el papel de las ideas filosóficas y religiosas.
El pensamiento humanista se desarrolla y se enriquece, generando y absorbiendo nuevas concepciones e ideas. Uno de los testimonios de este proceso es el presente volumen de nuestro Anuario. Por otra parte, el Centro Mundial de Estudios Humanistas, que presenta al lector el segundo volumen de su Anuario, continúa trabajando para editar La Enciclopedia del Nuevo Humanismo. El colectivo de los autores espera publicarla a fines de 1996 o a comienzos de 1997, al tiempo que prepara su versión electrónica.
Moscú. Febrero de 1996.
Fuente: Instituto Humanista de Pronosticación Sistémica
Autor: Instituto hps