A pesar de que el acontecimiento todavía está fresco, ya se pueden sacar conclusiones… Ayer, al caer la noche, Rosario gozaba las últimas horas de una semana inolvidable, que seguramente tendrá reservada una página en la historia de la ciudad.
El III Congreso de la Lengua fue un éxito por donde se lo mire, para amargura de ciertos sectores de la aristocracia intelectual porteña que inicialmente vieron con recelo que el encuentro se hiciera en el interior del país.
Rosario demostró, y se demostró a sí misma por sobre todas las cosas, que es capaz de organizar eventos internacionales de magnitud, lo cual abre enormes perspectivas a futuro.
La alianza del sector público y privado detrás de un objetivo probó una fortaleza hasta ahora desconocida en Rosario. Provincia, municipio, empresarios y comerciantes trabajaron para el éxito de este congreso, y esto deja en claro, de una vez por todas, que cuando nadie pone palos en la rueda, cuando todos empujan para adelante, cuando se dejan de lado las mezquindades, gana la ciudad, ganamos todos.
Es impresionante cómo la cultura puede generar fenómenos de masa como los que se vivieron estos últimos días. Es conmovedor, por ejemplo, ver dos cuadras de cola para escuchar simplemente las palabras de un escritor. Da una brisa de esperanza hacia el futuro. Confirma una vez más que la cultura es movilizadora, convocante y hasta generadora de recursos para la ciudad. De proponérselo, Rosario tiene el potencial suficiente para imponerse como una especie de capital nacional y regional de la cultura.
La transformación de las ciudades depende de la gente. Por eso, sólo un necio no capitalizaría este momento de Rosario y desaprovecharía esta gran oportunidad que se abre.
«Rosario es una ciudad que vocifera sus defectos y calla sus virtudes», se suele escuchar. Ahora, evidentemente, algo está cambiando. Rosario definitivamente recuperó su autoestima y sus habitantes fortalecieron el sentido de pertenencia.
fuente: Adrián Gerber, diario La Capital
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