Pasaron dos décadas desde el momento en que las ideas del Nuevo Humanismo echaron sus raíces en Rusia. En el transcurso de 70 años se enseñoreaba la ideología oficial del bolcheviquismo. La existencia del ser humano, su conciencia, moral y actividad cotidiana, no tenían un significado primordial. En el centro de la atención estaba no el ser humano sino el Estado, más exactamente, la cúpula dirigente partidario-burocrática.
Por Académico Boris Koval *
Pasaron dos décadas desde el momento en que las ideas del Nuevo Humanismo echaron sus raíces en Rusia. Hasta ese momento, en el transcurso de 70 años se enseñoreaba la ideología oficial del bolcheviquismo. La existencia del ser humano, su conciencia, moral y actividad cotidiana, no tenían un significado primordial y no eran vistas como un objetivo sino como un medio para la construcción del orden socialista. En el centro de la atención estaba no el ser humano sino el Estado, más exactamente, la cúpula dirigente partidario-burocrática.
El curso de la perestroika comenzada por M.Gorbachev abrió las puertas para los nuevos vientos de las intenciones humanistas. Por iniciativa de Silo, Antonio Carvallo, Luis Milani, Salvatore Puledda y otros líderes del Movimiento, por una parte; y del Club Humanista de Moscú (B. Koval, S. Semenov, E. Dabaguián, T. Riutova) por otra, fueron establecidos contactos regulares de trabajo.
En 1993 se realizó en Moscú un gran Foro Internacional de humanistas y el segundo Congreso de la Internacional Humanista. Desde aquél momento fueron organizadas más de veinte conferencias internacionales, simposios y actividades sociales en diferentes países de todos los continentes. En colaboración con los humanistas moscovitas (S.Semenov, B.Koval), Silo, Carvallo, Puledda y otros crearon el “Diccionario del Nuevo Humanismo” (1996). Se editaron en lengua rusa una serie de obras de Silo, documentos del Movimiento y la Internacional. Un gran trabajo de organización de seminarios educativos con jóvenes humanistas fue llevado adelante por los activistas del Movimiento en diferentes ciudades de Rusia. Tres años atrás reinició sus actividades el Centro de Estudios Humanistas de Moscú bajo la coordinación de Hugo Novotny. En las posiciones del nuevo humanismo se ubica nueva gente, lo cual infunde esperanzas.
Pero la situación actual en Rusia se diferencia radicalmente del período de los ´90 y comienzos del siglo XXI. Se ha hecho más difícil mantener vínculos internacionales. Los veteranos humanistas han envejecido y la juventud pasó al camino de la comunicación electrónica. Se debilitaron los contactos entre generaciones.
En Rusia rigen ahora condiciones más severas en la esfera ideológica y de la actividad política. La libertad que caracterizaba a los tiempos del “nuevo pensamiento” de Gorbachev, quedó en el pasado. En el camino del activismo humanista se levantaron algunas limitaciones. Los contactos con las organizaciones internacionales y especialmente con fundaciones científicas se reducen. Los vínculos organizativos, inclusive con las asociaciones civiles nacionales, pasan a ser regidos por el dinero.
No son pocos los cambios sucedidos en el trabajo de los humanistas rusos. Canceló su actividad el Club Humanista de Moscú. En otras ciudades las fuerzas de los humanistas se han dispersado y no se ven jóvenes líderes enérgicos. Exceptuando el Centro de Estudios de Hugo Novotny, no se llevan adelante trabajos de investigación sobre los problemas teóricos del humanismo contemporáneo.
Felizmente el Movimiento gana fuerza internacionalmente. En especial, nos alegran los logros de las regionales europea y latinoamericana, como así también la creciente actividad en África. Un significado muy positivo adquiere la elaboración colectiva de producciones multimediales sobre cuestiones de importancia regional.
Por otra parte, se advierte la aguda necesidad de modernización y actualización de la filosofía del humanismo. La vida cambia cualitativamente y exige el continuo perfeccionamiento de nuestra percepción del mundo. La globalización y la informatización han creado de hecho un nuevo tipo de hombre civilizado y un nuevo tipo de relaciones sociales. A las capas sociales mayoritarias se les ha hecho más difícil hacer valer sus intereses debido a la opresión desde el poder y el gran capital. A diferencia de la lucha de otros momentos contra regímenes totalitarios, ahora se trata de vérselas con gobiernos democráticos. Pero ellos mismos se deslizan frecuentemente hacia modelos de “cesarismo democrático”, ignorando los intereses del pueblo y sirviendo a los oligarcas.
Los sindicatos se han debilitado en todas partes. Los partidos “izquierdistas” de tipo tradicional han sido desplazados de la “política grande”. El así llamado “giro a la izquierda” en varios países de Latinoamérica (Venezuela, Nicaragua, Bolivia) no deja de mostrar contradicciones. La política y la retórica antiamericana se combinan con ciertas tendencias autoritarias, como así también con matices del tradicional “nacionalismo indígena” y la inclinación a resolver complejos problemas con ayuda de la fuerza y la demagogia populista. En una palabra, han surgido nuevos desafíos frente al pensamiento y la práctica humanista. La situación en este sentido se distingue por sus particularidades.
Los trabajos teóricos de Silo anteriormente se concentraban en las cuestiones políticas y la filosofía general del nuevo humanismo. En el último tiempo, con su conocido “Mensaje”, Silo pasó a colocar el acento en la problemática psicológico-espiritual y en la conformación de una especial práctica de cambio personal sobre la base de ceremonias colectivas de pedido y reconciliación. Visto a la distancia, resulta claro lo siguiente: frente al pensamiento y la práctica humanistas se levantan hoy nuevas tareas ideológicas y políticas.
Queridos amigos! Una de las grandes virtudes de todo pensamiento humanista, a mi ver, fue y sigue siendo la moralidad humana, el deseo de bienestar y luz al otro ser humano, la capacidad de enfrentar las diferentes formas del mal sin utilizar la violencia. En todo caso, intentando al máximo evitar los métodos toscos y sangrientos. A la base de tal posición, en Tolstoy, Gandhi, M.L.King, Schweitzer y otros grandes humanistas, no ha estado el factor político sino el moral. Precisamente el principio ético, a mi entender, conforma el núcleo de toda mirada del nuevo humanismo. Todas nuestras orientaciones políticas, en mayor o menor grado, están basadas en el principio de la moral humana general. Lamentablemente la politología e Internet han ahogado la energía de la moral, reemplazándola por el cálculo y la información racionalista.
Considero que en las actuales condiciones de profundización de la crisis espiritual mundial (sobre la crisis económica hablaremos en otra oportunidad) ha madurado la agudísima necesidad de prestar una atención especial hacia el rol movilizador y curativo del factor moral. A propósito, la conciencia moral es la mejor y más precisa medida del sentido y carácter de las acciones e intenciones concretas de individuos, colectivos, clases y estados.
El hombre moral, como lo es todo humanista, representa la parte más generosa y perfeccionada de la humanidad. En este caso hablo precisamente sobre la nobleza moral y espiritual de la persona, y no sobre las tradiciones de la dogmática ético-religiosa o de las concepciones teológicas del hombre como “imagen y semejanza de Dios”. Desde los tiempos de Engels, e incluso antes de él, muchos pensadores rechazaban el especial rol de la moralidad. En opinión de ellos tienen valor absoluto los intereses prácticos, las necesidades vitales reales, el beneficio material o político. No voy a negar la importancia de estas categorías, pero de ningún modo me inclino a menospreciar la enorme y positiva fuerza de los valores morales.
El nuevo humanismo, en mi visión, parte de la posibilidad y necesidad de lograr determinada armonía entre los factores materiales y los ético-espirituales. La dignidad del ser humano, su inclinación al bien y la solidaridad, su intolerancia hacia la violencia y la mentira, hacia la explotación, el racismo y el totalitarismo, no excluyen, sino que presuponen el deseo natural del bien personal y social, la realización de todas las capacidades creativas, incluidas las empresariales, la libertad y el derecho civil de cada uno y de todos. Lamentablemente, vivimos en una situación cuando la moral cotidiana de las masas choca permanentemente con el amoralismo del poder y la elite económica. En lugar de la lucha real contra la pobreza se escuchan discursos intelectuales sobre la “diferenciación social”, lo deseable de las “iguales posibilidades iniciales”, el paternalismo y la caridad, etc. Todo esto estaría bien si no encubrieran los cálculos egoístas de los “de arriba”.
Los marxistas en su momento impulsaron la idea de la “moral de clase”, de la imposibilidad de cualquier tipo de valoración moral universal de la realidad e incluso del perjuicio de las fantasías ingenuas sobre la generosidad moral. En la URSS fue popular el eslogan sobre la “moral soviética”, cuyo objetivo era servir al orden socialista. Por otra parte, Ronald Reagan denominaba a la Unión Soviética el “imperio del mal”. Semejante lucha de los dos sistemas en el campo moral llevó a la agudización de las contradicciones sociales y enredó la cuestión sobre el rol universal y el potencial humano del pensamiento moral. Producto de tal “guerra fría” es la actual crisis moral y espiritual que abarca el mundo entero. Recordemos que Simón Bolívar, a diferencia de esto, planteó la cuestión de la fundación de un tercer “poder moral”. No sé cómo materializar esta tarea en el Estado, pero tal “poder” ya existe en al alma de cada ser humano cotidiano.
El clima actual de amoralismo y la práctica continuada de la violencia envenenan la vida de las generaciones jóvenes, corrompen su psiquismo, engendran permisividad y vicios, dividen a la gente, siembran pesimismo y decepción en las personas. En ciertos lugares renacen los fluidos de la misantropía y el odio hacia el otro, la superioridad racial, la criminalización de la vida.
La única salida en estas condiciones es precisamente la orientación altamente moral y humanista de la persona, el solidarismo de todas las personas pensantes y generosas, la acción masiva consciente y organizada contra el lado oscuro de la globalización, de la crisis económica y espiritual mundial, contra la militarización y el enfrentamiento de grandes estados. Precisamente esta línea llevan adelante los humanistas de todos los países y culturas.
Mi más cálido saludo a los queridos amigos del Humanismo y los mejores deseos para nuestra misión histórica de “Humanizar la Tierra”.
* BORIS KOVAL: Doctor en Historia. Ex-director del Instituto de Politología de la Academia de Ciencias de la URSS. Ex-director del Instituto de América Latina de la Academia de Ciencias de Rusia. Director del Centro de Investigaciones Civilizatorias Comparadas de la Academia de Ciencias de Rusia, Especialista en Latinoamérica. Autor de numerosos libros, entre los que se destacan: “La pobreza en Latinoamérica: análisis, propuestas y perspectivas”, “El sentido de la vida, discusiones y reflexiones”. Miembro fundador del Centro de Estudios Humanistas de Moscú.