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Por Boris Koval.
En la historia del concepto público mundial hay figuras cuyos dones intelectuales acentúan ciertas etapas cualitativas del progreso. Varias épocas y varios países tuvieron a sus propios eminentes pensadores, científicos, políticos, escritores y músicos, que hicieron sus aportes bien ponderables al desarrollo cultural universal de la humanidad.
Entre esas figuras podemos mencionar con plena razón los nombres de Friedrich Nietzsche, filósofo y filólogo alemán; Nikolai Berdiáev, teólogo ruso; José Martí, poeta y revolucionario cubano; José Carlos Mariátegui, político y revolucionario peruano; Jean-Paul Sartre, filósofo y dramaturgo francés. Todos ellos fueron personalidades sumamente diferentes. Sus modos de considerar la vida no coincidieron en ningún punto. Nietzsche sostuvo el nihilismo e inmoralismo, idealizando a un “superhombre del futuro”. Berdiáev predicó el concepto místico de “Hombre-Dios”. Martí llegó a ser un apóstol de la revolución liberadora en Cuba. Mariátegui interpretó el marxismo a su modo y defendió la idea de la revolución socialista. Sartre fue uno de los fundadores del existencialismo. Parecían antípodas, ya que realmente no hubo nada que los aunara. Nunca se conocieron, vivieron en diferentes épocas y países.
Cada uno vivió su propio destino, su propia misión. No obstante, hubo algo que hizo comunes sus conceptos, sus mentalidades y sus consideraciones de la vida: los aunó una orientación humanista y el interés profundo y sincero para con el ser humano, sus penas y esperanzas, sus angustias en cuanto al futuro y el afán por mejorar y armonizar la existencia de la humanidad.
Precisamente aquel enfoque profundo nos permite tomar a estos titanes como parte de una sola familia. No es casual que hayamos escogido a esos “cinco espléndidos”, ya que queremos manifestar toda la riqueza y toda la diversidad de estos cinco aspectos del pensamiento humanista. Sería absurdo y agraviante pensar que el humanismo, también el humanismo contemporáneo, es monótono y uniforme; muy por el contrario, le irritan los dogmas de toda clase. Su interior es libre y abierto, ya que permanece en constante desarrollo. La esencia filosófica y política del humanismo no es otra cosa que un reflejo emocional y espiritual de los problemas reales de la existencia del hombre en su larga evolución histórica. Los más eminentes genios apenas lograron analizar sólo algunos de los aspectos de esa evolución, a veces impregnada de dramatismo. Por esa razón hemos elegido a cinco pensadores, muy discrepantes, cada uno de los cuales describe uno u otro aspecto de la orientación humanista.
Precisamente la comparación de diversos puntos de vista, de varias de las así llamadas expresiones del humanismo, nos permite vislumbrar un cuadro más completo; es decir, llegar a entender la profundidad, la diversidad creadora y la perspectiva de desarrollo del humanismo.
Nuestro ensayo, elaborado de acuerdo con el programa científico del Centro Mundial de Estudios Humanistas, no es otra cosa que una modesta tentativa de elucidar algunos momentos, los que permanecían en la sombra o se ignoraban. Sin ellos la historia del humanismo mundial resulta privada de una gran riqueza.
Considerando precisamente tal posición, nos permitimos ofrecerle al lector este material sobre cinco enfoques diferentes del humanismo.
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¿Humanismo o anticristianismo?
Friedrich Nietzsche realizó una protesta contra el movimiento progresista de las masas, lo cual iba dirigido contra el movimiento socialista contemporáneo.
Vladímir Lenin no entró en polémica sobre Nietzsche pasando por alto adrede su filosofía y tal vez comprendiendo que era más fácil polemizar con Kautsky que con Nietzsche. La doctrina de Nietzsche fue comprendida por el famoso escritor ruso D. Merezhkovsky como una ideología amoral del “descaro venidero”, o sea, de los vagabundos, plebeyos, lúmpenes, de aquellos innumerables “superhombres” populacheros, superhombrecillos. ”La última esencia de la vagabundez es su anticristianismo…”
Vladimir Soloviov, filósofo ruso, no compartía los principios vagos del nietzscheanismo suponiendo que “de la ventana del superhombre nietzscheano se abre un vasto espacio directo para todos los caminos de la vida…”, sean buenos o malos. Ello corresponde a la verdad, pero, según Soloviov, Nietzsche cayó en un error peligroso que se había manifestado de un modo inequívoco en “despreciar la humanidad, débil y enfermiza, en características paganas de la fuerza y la belleza, en adjudicarse un significado suprahumano excepcional”. Aquí Soloviov llegó prácticamente a lo esencial: a la pregunta, ¿es la idea del hombre superior un descaro, o el Hombre tiende a perfeccionarse? Depende del entendimiento la noción de “superhombre”. Para Soloviov el ascenso interior del hombre constituye una ley natural de la vida, y “es natural que el hombre esté propenso a lograr el ideal de superhombre”.
Puede parecer que con aquella confesión importante, Soloviov desenmascara al anticristo Nietzsche y se manifiesta dispuesto a considerarlo ni más ni menos que como un pensador profundo. El superhombre, según Soloviov, podrá llamarse así sólo cuando se convierta en el “vencedor de la muerte, lo que es posible sólo con la ayuda de Dios y sólo en una unión con Éste. No puede haber ningún otro superhombre porque ya hubo Cristo. Nadie puede repetirlo, sin embargo, en todo caso existe la vía suprahumana, la cual muchas personas recorrieron, recorren y seguirán recorriendo hacia el bienestar de todos, y, por supuesto, nuestro interés vital consiste en que la mayoría de la gente tome este camino, ya que al final del mismo se encuentra el triunfo íntegro y decisivo sobre la muerte”.
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En el año 1911 Nikolai Berdiáev llegó a la idea sobre una nueva religión del “humanismo verdadero”, o sea, de una humanidad divina. “La tarea de la historia consiste no en la prosperidad sino en el triunfo creativo sobre las fuentes del mal. No obstante, para superar el mal se debería revelar su nulidad definitiva, y ese mal debería presentarse en su forma auténtica ante la humanidad”.
Nikolai Berdiáev opina que el elemento principal de la concepción del mundo de Nietzsche es la idea del superhombre, según la cual, “un hombre termina su existencia. No es otra cosa que un tránsito, que sirve de abono al suelo que dará a luz el fenómeno del superhombre. Se quiebra la moral cristiana y humanista. El humanismo se transforma en el antihumanismo”.
Rechazamos categóricamente tal deducción, ya que a lo que Nietzsche llama es a superar precisamente lo débil, vil, animal en el hombre. Berdiáev no quiere aceptarlo y, sin embargo, inesperadamente reconoce que “con Nietzsche la nueva humanidad traspasa del humanismo ateísta al humanismo divino, a la antropología cristiana” con ello él sobreentiende su propia “religión nueva de una humanidad divina”.
Polemizando con Berdiáev, Albert Schweitzer lo considera a Nietzsche desde otro punto de vista. Según él, Nietzsche, sometido a la influencia de la antigua filosofía china contraria a la ortodoxia oficial eclesiástica “quisiera argumentar la moral superior optimista como el desarrollo de una voluntad de la vida, de una espiritualidad superior” Estamos completamente de acuerdo con esa evaluación. En otras palabras, Zaratustra no es ningún anticristo, sino que más bien la mayoría no lo comprendió o no quiso comprenderlo, mientras otros lo calumniaron, tratando de truncar su ética vivificante y humana, metiéndola en el lecho de Procusto de sus propios conceptos y sensaciones.
K. Svasyan, autor y redactor de la primera edición rusa de las obras principales de Nietzsche dio una breve y exacta evaluación del mismo: “La filosofía de Friedrich Nietzsche es el único experimento confirmado con toda la vida de la autodestrucción del ‘bicho’ en el hombre para autoedificarse en ésta un ‘creador’ llamado ‘superhombre’ ”.
E. Fromm expresó directa, clara y definitivamente su opinión sobre Nietzsche: “La idea de la dignidad humana y de la potencia fue proclamada en la filosofía de la ilustración, en el pensamiento progresista y liberal del siglo XIX, mas fue Nietzsche quien la expresó con el mayor radicalismo”. Estamos completamente de acuerdo con ese juicio.
En la nueva época, Nietzsche repitió en forma original la antigua idea de Protágoras sobre el hombre como una medida de todas las cosas, añadiendo que el hombre es la medida de sí mismo, y por eso aspira a ascender; no puede sino buscar nuevas mediciones de su propio espíritu, su voluntad, mentalidad y su potencia. De ahí procede, lógicamente, el tema del “superhombre” como una nueva medida de lo existente en el desarrollo y en la superación de la estática de la existencia.
Al hablar de lo fundamental en la filosofía de Nietzsche, tenemos en cuenta tres postulados principales: 1) “transmutación de todos los valores” (nihilismo); 2) “voluntad de poder” (voluntad de la vida); 3) “superhombre” (desarrollo de un hombre nuevo). Las tres nociones forman los pilares de la ética de la filosofía nietzscheana.
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Unos comprendían al nietzschianismo como un nihilismo banal, otros lo acusaban de anticristianismo, y algunos más daban un traspié en la consideración del “Dios ha muerto”, tomando esa deducción ora por ateísmo vulgar, ora por el sufrimiento de haber crucificado a Cristo.
Por nuestra parte, consideramos que lo fundamental consiste en que
Nietzsche con su fórmula “Dios ha muerto” aspiraba a expresar su preocupación por el asesinato permanente, por el propio hombre, de lo ideal, lo lúcido y lo divino que hubiera en el hombre. Él hubiera querido demostrar la tragedia de todo lo imperfecto que hay en el hombre, de la suerte trágica de Occidente durante dos milenios de su historia y de la tragedia inevitable que le espera a la gente en el futuro peregrinando infinitamente por una “infinita Nada”.
El inicio creador del Dios bíblico se sustituye por la actividad del hombre, ya que toda acción humana resulta independiente de Dios. Éste ha perdido su potencia anterior, por eso hay que “revaluar todos los valores”, liberarse del dominio del inicio suprasensible y reemplazarlo por la “voluntad de poder”, por la voluntad de vivir.
Nietzsche consideró que el bien y el mal no son dos potencias distantes, sino dos lados de un solo proceso en el que se pueden intercambiar lugares, transformar el uno en el otro, ya que proceden de “un ser único”, saliendo del seno de la vida humana y no de la de los dioses.
Nietszche escribió que teniendo los ojos abiertos y la conciencia pura “consideramos que la ferocidad y la violencia, la esclavitud y la peligrosidad que acechan al hombre en las calles y en los corazones, todo lo malo, tiránico, rapaz y serpentino, sirve tan bien como sus contrarios a los objetivos de superar una variedad animal que es “el hombre”.
Realmente es así, ya que la lucha de los inicios del bien y del mal en el hombre interviene como un factor de su avance. Si no hay lucha contra el mal, tampoco aparece la virtud, sino sólo la autosatisfacción superficial y la pasividad. Según Nietzsche, hay que dar las gracias a la vez “a Dios, al diablo, a la oveja y al gusano que coexisten en nosotros mismos”. Es un llamamiento muy importante y significativo. Si ello es verdad, los cuentos filosóficos y teológicos que se entusiasman con “un bien común”, con una virtud abstracta, con una verdad absoluta y una belleza perfecta, resultan falsos. Todas esas promesas, el retorno al pasado de “oro”, los sueños, solamente echan tierra a los ojos. Y no puede confiarse en ellos de ninguna manera.
Partiendo precisamente de la aspiración por dar una evaluación libre del mundo real o de cualquier factor como tal, Nietzsche advirtió que “ni la moral, tampoco la religión cristiana, en ningún punto entran en contacto con la realidad”. En búsqueda de una apreciación fuera o por encima de la ética llegó de manera muy natural a la filosofía oriental. Según Nietzsche, “el budismo es cien veces más realista que el cristianismo… el autoengaño de los conceptos morales para el budismo es una etapa ya recorrida: en mi lengua, éste está más allá del bien y del mal”.
La desconfianza para con las teorías precedentes, el ansia por la verdad, la liberación plena de las ilusiones y mitos es lo que demuestra Zaratustra al mundo, conduciéndolo por su sendero al volcán peligroso de un nuevo y libre pensamiento.
Los filósofos que caracterizan a Nietzsche como satanista, tienen en cuenta su inmoralismo y anticlericalismo, o sea, la base de su veracidad sorprendente y a veces desagradable, excesivamente existencial. Pero quisiéramos manifestar precisamente el factor positivo, plenamente humanista de su “satanismo”, considerando aquella definición de Satanás que dio Mijaíl Bakunin: “El Señor les ha prohibido categóricamente a Adán y Eva tocar las frutas del Árbol de la ciencia del bien y del mal. Él quería, por consiguiente, que el hombre privado de autoconciencia se quedara eternamente como un animal arrastrado a gatas ante Dios Eterno, su Creador y Señor. De repente aparece Satanás, amotinador, el primer pensador libre y emancipador de los mundos. Avergonzándolo al hombre por su ignorancia y obediencia salvaje; lo emancipó y le puso el sello de libertad y humanismo en su frente, incitándole a desobedecer y a gustar la fruta de la ciencia del bien y del mal”.
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Precisamente tal aspiración a humanizar a toda costa al hombre, pero no por el deseo de Dios, sino por propia voluntad de la vida humana, constituye la raíz del inmoralismo “satánico” de la concepción libre de Nietzsche. Toda la tonalidad, fraseología, la manera alegórica de Zaratustra es el himno al hombre libre y bueno, al Hombre Real.
El genio de Nietzsche consiste en unir intuitiva y poéticamente los más diferentes y a veces contrarios logros filosóficos y éticos de la cultura universal.
En su concepción del mundo sentimos el aroma de los sistemas religiosos orientales y motivos positivistas del ateísmo, algo del humanismo de Grecia Antigua y de la época de Renacimiento, algo del anarquismo y nihilismo del siglo XIX, elementos de búsqueda de Dios y misticismo, y muchas cosas más.
No se las puede denominar como una simple copia, siendo entrelazadas orgánicamente con las ideas del propio Nietzsche y originando algo entero y totalmente nuevo, poderoso e impresionante. Según Nikolai Berdiáev, precisamente en este sentido, él logró expresar algo suyo y original.
Es claro que el foco de la filosofía de Nietzsche está constituido por la doctrina del superhombre. El camino hacia el superhombre pasa a través de la negación de la religión, de la superación de la dependencia de las tradiciones, tabúes y normas, por medio de la autosuperación y autodeterminación de la personalidad en la vida. Berdiáev dijo al respecto que en todo eso, Nietszche expresa la verdad “de este lado de la existencia”.
En el libro “Ecce homo”, el propio Nietzsche califica a su héroe como a un futuro representante de “tal tipo humano, el cual en todos los aspectos sea perfecto, contrario a la gente buena actual, a los cristianos y otros nihilistas”.
En “El ocaso de los dioses” Nietzsche se expresó de un modo inequívoco contra la moral no solamente religiosa, sino contra cualquiera que fuese “antinatural”; es decir, contra todo sermón especulativo y aburrido que difiere de “instintos vitales” naturales y la “moral sana”. Toda seudomoral es una violencia contra la vida. El hombre debe de ser abierto para la vida, o sea, debe de ser inmoralista, mas, no moralista o amoralista.
Nietzsche no nos llama a negar la moralidad, tampoco a apegarnos a la amoralidad, sino a tener una opinión ética libre, el derecho de evaluar los fenómenos vitales fuera de la moral.
El inmoralismo de Nietzsche no se opone a la moralidad, sino más bien, es renuncia al primitivismo y a la estupidez. Sin valorar debidamente el juicio, no puede existir la sociedad ni el individuo. No obstante, el nivel, la profundidad y la amplitud de la apreciación son multifacéticos. En este sentido, el así llamado inmoralismo es una variedad de la moral en desarrollo, sincera, vigente, verdadera, mas no dogmática y muerta.
Sólo ahora en Rusia empezamos a comprender nuestros propios errores respecto a la impecable “moral clasista”, que servía de biombo para el propio inmoralismo, y hasta el amoralismo sangriento.
El proceso de formación de una personalidad libre es lento y doloroso.
En todas partes se hace la transvaluación, la búsqueda de una verdad, la lucha contra los mitos y prejuicios, la renovación de la moral, la elaboración de una teoría moderna de progreso. El bien y el mal se fusionan hasta constituir algo multifacético. Las oposiciones de los valores primitivos como “el sí” y “el no”,
“el bien” y “el mal”, “lo blanco” y “lo negro” resultan superficiales, pero cuentan con el apoyo de la manipulación especulativa en la conciencia de masas.
De buen grado o por fuerza, paso a paso, imperceptiblemente, pasamos a
“más allá del bien y del mal”; superando la inocencia espiritual, o sea, haciéndonos inmoralistas. De esa manera tratamos de penetrar el fondo del problema, buscando criterios cada vez superiores de evaluación. Acaso, ¿existen tales criterios? ¿Cuáles son? Hasta hoy no existe claridad al respecto, pero está presente la voluntad para con la verdad, una nueva medida humana de la realidad sin “los métodos falsos de los moralistas ancianos y de los propagadores de la morigeración”. A nuestro juicio, precisamente en eso consiste el imperativo fundamental de nuestro tiempo.
Hace prácticamente un siglo que las cenizas de Nietzsche yacen en la tierra, pero su espíritu y sus profecías continúan llamando a la gente a avanzar.
El hombre sigue recorriendo la “cuerda floja de la vida” lanzada hacia el perfeccionamiento. Ese camino es infinito. Las religiones mundiales, la filosofía humanista, la ciencia, toda la experiencia de pensadores y de las generaciones pasadas, sirven de sostén a esta “cuerda”. Entre los pensadores más destacados y originales de la humanidad se encuentra Friedrich Nietzsche, anunciador del rayo, orientador del hombre hacia el superhombre.
Moscú. Diciembre de 1995.
Fuente: Instituto Humanista de Pronosticación Sistémica
Autor: Instituto hps