Cenital.com | Opinión
No quiero perder mi autonomía, el mundo se está prendiendo fuego, no puedo mantenerme ni a mí mismo, no quiero hacerle a nadie lo que nos hicieron nuestros padres a nosotros, no puedo criar en un monoambiente, no hay vacantes en las escuelas, me da impresión, no soportaría no dormir, es un compromiso para siempre, quiero seguir divirtiéndome, se me pasó la edad, no puedo hacerlo sola, no quiero.
Es el amor más grande del mundo, es una experiencia trascendental, es un proyecto, te da un motivo, es divertido, es una manera de salirse de uno mismo, alguien tiene que cuidarte en el futuro, son solo dos años duros, no es tan grave, es reconciliarse con los padres, siempre se hizo y siempre se hará, a mí me tuvieron en la dictadura, en la hiper, en los noventa, en 2001, se le encuentra la vuelta. Querés, pero no te animás.
Tengo 30. Muchas personas de mi generación — y especialmente de mi clase — pasamos horas y horas discutiendo cada uno de los argumentos a favor y en contra de tener hijos, con la sensación de que todas esas horas nos alejan de la decisión de hacerlo o no. Esperamos un deseo nítido, tangible, una epifanía: despertar un día sabiendo si queremos, si no queremos, cómo lo vamos a hacer o con qué vamos a “reemplazar” ese proyecto si no lo hacemos. Vemos pasar las experiencias ajenas con intriga, como quien observa a alguien que está haciendo lo imposible (sí, también para quienes deciden no tener hijos y se embarcan en una vida que creemos que es de una libertad inabordable, cuando también, en realidad, continúan sujetos a todas las otras reglas del mundo en el que vivimos). Es la misma generación que hace unos años cuestionó la maternidad y la paternidad desde la raíz, que militó el deseo y la posibilidad de elegir, que acuñó términos como “mapaternidades” o puso en el centro de la agenda otras discusiones, como las crianzas en familias monoparentales, les xadres trans, otras formas de vivir en comunidad.
Ahora que algunas discusiones se asentaron, otras pegaron la vuelta y que la crisis es lo único nítido que todxs podemos tocar la pregunta por los hijos, por las hijas, por ser madres o padres o xadres, para muchos de nosotros, se suma a una serie de dudas de difícil solución: ¿cómo es ser padres y madres en estos tiempos, cuando tenemos tanta información? ¿cómo podríamos mantener nuestra autonomía si los mandatos de crianza parecen ocupar todo el tiempo disponible y más? ¿cómo se mantiene a un hijo o una hija? ¿qué formas no patriarcales de familia existen? ¿cómo se alcanzan? ¿qué pasa si decidimos no hacerlo?
Este especial de Cenital, que parte de todas estas preguntas, intenta traer algunas voces a la discusión: mediar entre lo estructural y lo personal, dar información, contar anécdotas, mapear los cambios recientes. Las voces no son las más comunes — para eso, verán si leen, están las redes sociales — sino aquellas que tuvieron una vuelta: que eligieron no hacerlo y encontraron la forma de explicar por qué, que decidieron hacerlo de grandes, quizás por tener demasiada información en la cabeza; quienes primero hicieron el tratamiento y luego se hicieron un montón de preguntas; quienes acompañan a madres y padres desde hace décadas y entienden mejor que nadie por qué, aunque las cosas deberían ser más fáciles, muchas veces son más difíciles. También escriben quienes analizan los datos sobre los costos de criar, y las diferentes maneras de llegar a ser madres o padres en estos tiempos.
El mundo, al parecer, se prende fuego. En la coordinación de este especial no pude concluir si ser padres y madres sea el refugio más acertado, pero sí creo, a título personalísimo, que seguir pensando, leyendo y discutiendo ideas nos puede acercar a construir uno.
CENITAL