Cenital.com | Opinión
Mauricio Macri está convencido de que, a través de Javier Milei, podrá finalmente concretar sus planes para entregar este país a los buitres, algo que no alcanzó a lograr durante su presidencia.
Lo dice así desde antes de la elección del 22 de octubre: “Milei va a poder hacer lo que yo no pude”. En el proceso está empujando una reconfiguración profunda e incierta del PRO y de Juntos por el Cambio. ¿Sobrevivirán el partido y la alianza a la nueva estrategia del fundador? Tal como los conocimos, no.
La semana post primera vuelta terminó con todos los integrantes del PRO tironeados para pronunciarse a favor o en contra de Milei. El anuncio de un comunicado que reuniría a una treintena de diputados respaldando la decisión de acordar con La Libertad Avanza, 24 horas antes de que tal comunicado efectivamente existiese, funcionó como dispositivo de presión para los indecisos. No fue el único.
El primer episodio diseñado para presionar a parte del PRO tuvo lugar en la cena en la que Macri, como anfitrión, recibió primero a Milei, luego a Patricia Bullrich y, una hora después, a Cristian Ritondo, Diego Santilli y Luis Petri. El ex vice de Horacio Rodríguez Larreta le aseguró a su equipo que la reunión fue para él una emboscada. Que Macri simplemente invitó: “Vengan a mi casa que está Patricia”. Y que, al llegar, descubrió la verdad. En esa posición, sorprendido -según el relato- por el ex presidente, cada uno tuvo que definirse.
Ritondo fue el que más a fondo jugó. No sólo se pronunció públicamente a favor del acuerdo sino que fogoneó y operó el comunicado de los diputados de PRO respaldándolo. Petri tuvo que dar la cara junto a Bullrich. Y Santilli prefirió jugar a estirar el misterio. En su entorno aseguran que, aunque banca la decisión, no se pronunciará oficialmente. En la vereda de enfrente, se preguntan: “Si Macri efectivamente lo emboscó para que se reúna con Milei, ¿por qué no sale a decirlo?”.
Las tensiones están a la orden del día y aportan subtramas a la historia principal, como la ruptura post derrota entre Santilli y Larreta o el hecho de que después de las PASO nunca hubo integración real entre ganadores y perdedores en JxC. Las heridas siguen abiertas y hay quienes les están tirando sal. Los más enojados aseguran que, a cambio del acuerdo, Macri le pidió a Milei el Ministerio de Justicia y el área de Energía. “Impunidad y negocios. Lo de Macri es personal”, mascullan.
El escenario y los reacomodamientos terminarán de cristalizarse cuando el Congreso deba elegir autoridades y conformar sus bloques. Quienes conocen la interna y el funcionamiento legislativo anticipan que el Macri-Mileísmo quedará con unos 80 diputados y que los “neutrales” (es decir, los JxC que rechazan el acuerdo con LLA) serán entre 60 y 65. En ese grupo cuentan a los radicales, la Coalición Cívica, Horacio Rodríguez Larreta, Emilio Monzó y su tropa, Miguel Ángel Pichetto, Margarita Stolbizer, María Eugenia Vidal y todos los diputados y senadores que responden a sus gobernadores e intendentes.
Tal reordenamiento, de concretarse, sería llamativamente similar al proceso que atravesó el Frente para la Victoria después de la derrota a manos de Macri en 2015. Por un lado, el kirchnerismo puro. Por el otro, los legisladores vinculados a los gobernadores e intendentes, ubicándose como fiel de la balanza y negociando entonces con Macri (sobre todo en su primer año de gobierno) para permitirle avanzar.
“La mayoría de los que se están rasgando las vestiduras ya sabía que la estrategia era esta”, resopla un hombre del PRO bonaerense. Y es que Macri comenzó el año electoral con un objetivo: que Rodríguez Larreta no sea presidente. Parecía difícil, sino imposible.
El jefe de Gobierno de la Ciudad tenía la estructura partidaria, el presupuesto de la ciudad más rica del país y el perfil dialoguista que parecía necesario para sintonizar con el momento de la sociedad argentina. A ese combo, Macri lo enfrentó jugando a dos puntas.
Por un lado, la candidatura intensa de Patricia Bullrich, que ratificó los análisis politológicos sobre las elecciones internas: el núcleo duro sirve para ganar primaria pero termina siendo un corset que te limita hacia la general. Por otro lado, Javier Milei. Así, Macri llegó a la elección con dos candidatos entre los tres favoritos.
El, a esta altura, híper analizado escenario de tercios que Cristina Fernández de Kirchner anticipó en mayo parece que Macri también lo vio. Con una diferencia: para Unión por la Patria, anticipar el escenario de tercios implicó diseñar una campaña que hoy muestra a su candidato, Sergio Massa, con el monopolio de la coherencia discursiva. Mientras que el Macri-Mileísmo se pasó los últimos tres días explicándose.
Según el estratega de campañas electorales Juan Courel, arrancar con la hipótesis de un ballotage obliga a los equipos de los candidatos a diseñar una “cronología invertida multietápica”. Es decir: cómo llegar a 2024 si perdés la elección y te convertís en oposición; cómo enfrentar el ballotage; cómo la primera vuelta; y cómo las PASO. En mayo, Courel avizoraba que uno de los riesgos para el peronismo era “llegar (a la segunda vuelta presidencial) con un mensaje que no contemple que en última instancia vamos a necesitar la mitad más uno de los votos”. A UxP no le sucedió. Pero sí le pasó a LLA.
Según analizó el consultor político Javier Correa, director de la consultora Ad Hoc, “el marco conceptual de Milei se le vuelve en contra” porque al abandonar su prédica contra la casta el candidato “rompe un contrato, una promesa y la credibilidad”. Ahora Milei tiene una estructura partidaria seria (o al menos parte de ella), pero debe reformular su discurso para explicar el surgimiento del Macri-Mileísmo. Le quedan tres semanas. ¿Llegará?
CENITAL