En medio de un tembladeral económico y con sobredosis de incertidumbre, Argentina vuelve a discutir de cara a una elección presidencial entre opciones radicalmente opuestas.
Salvando las distancias, el proceso actual encuentra puntos de contacto con el dilema de 2003, cuando se presentaba una contienda con tres candidatos pugnando por llegar al balotaje y con propuestas que iban desde la dolarización hasta la pesificación de la economía.
Habrá que ver cómo se desenvuelven los acontecimientos hasta el momento de la votación, tanto en el plano político como en las posibilidades del gobierno de Alberto Fernández de mantener «a flote» la economía, es decir, sin una explosión devaluatoria y una aceleración de la inflación aún más grave de la que existe, para encarar después las soluciones que la actual administración no ha encontrado.
A veinte años de los comicios de 2003, que fueron bisagra en la Argentina, en lugar de Carlos Menem el precandidato que encarna el proyecto dolarizador es Javier Milei. En aquella oportunidad al riojano no le alcanzó la fuerza para acabar con el peso y se bajó de la segunda vuelta, dando paso a la presidencia de Néstor Kirchner, quien sí trabajó por recuperar el valor de la castigada moneda nacional. El tercer candidato que no alcanzó el balojate era Ricardo López Murphy, hoy alineado con Patricia Bullrich.
Cristina Fernández de Kirchner, quien por ahora no aparece como precandidata pero podría serlo, se ubica en las antípodas del plan de la dolarización y aspira a que la dirigencia nacional alcance acuerdos básicos para superar el esquema de economía bimonetaria que padece el país hace casi cinco décadas y avance hacia la pesificación. Su gobierno hizo al menos el intento, pero no pudo superar los enormes obstáculos políticos y de gestión que se le presentaban y el proyecto se desvaneció cuando Mauricio Macri la reemplazó en la Casa Rosada.
Bullrich se ofrece como precandidata con un programa muy similar al de Macri, pero en la versión shock, con mega devaluación y mega ajuste fiscal. Horacio Rodríguez Larreta está en la misma sintonía, pero en la versión gradualista, y de pesificación ni una palabra.
Daniel Scioli, gobernadores y demás representantes del peronismo que podrían competir por la presidencia dijeron todavía menos sobre el tema, enfrascados en la etapa previa de armados y definiciones políticas básicas que ocupa la atención en el Frente de Todos.
Los precandidatos de la izquierda hablan de un plan anticapitalista, con enunciaciones enfocadas en la lucha de clases.
Qué países dolarizaron
Ninguna economía avanzada o de gravitación en el escenario global abandonó la emisión de una moneda propia para adoptar el dólar. «Según datos del
FMI, para 2022 solo 14 de sus 190 miembros la adoptaron de manera oficial. Una inspección a la
lista revela que son Estados de poca extensión territorial y baja población, algunos no del todo soberanos», explica un documento presentado esta semana por el centro de estudios Fundar con un análisis detallado sobre la dolarización y propuestas para salir de la economía bimonetaria. Los autores son Emiliano Libman, Juan Martín Ianni y Guido Zack.
Los países que impusieron el dólar como moneda oficial son Panamá, El Salvador, Ecuador, Palaos, Islas Marshall, Estados Federados de Micronesia, Timor Oriental, Samoa
Americana, Guam, Islas Marianas del Norte,
Puerto Rico, Islas Turcas y Caicos, Islas Vírgenes Americanas y Territorio
Británico del Océano Índico.
La realidad social, productiva y territorial de la Argentina es tan distinta a la de esos países, aun con crisis económicas y eventos disruptivos reiterados, como las chances reales de seguir su camino y sepultar al peso para reemplazarlo por el dólar.
La muerte del salario
Los trabajadores, jubilados y demás sectores con ingresos fijos serían los primeros y más perjudicados con el plan de la dolarización. ¿Por qué? «Para transitar el sendero de la dolarización hay que resolver al menos dos problemas fundamentales: canjear todos los pesos de la economía por dólares y alinear los flujos de ingresos y egresos del sector público», explica el documento de Fundar.
«La primera es definir el tipo de cambio al que se haría la dolarización. Para hacerlo, será necesario dividir la cantidad de pesos en la economía por las reservas internacionales en el Banco Central. A comienzos de marzo de 2023, las reservas netas del BCRA eran cerca de 2300 millones de dólares. Con eso, si se quisiera reemplazar únicamente la base monetaria (5.242.210 millones de pesos), el tipo de cambio de conversión sería alrededor de 2280 pesos por dólar», indica.
«Sin embargo, los depósitos de la sociedad argentina tienen como contrapartida los pasivos remunerados del Banco Central. Entonces, si además de la base monetaria se quisiera convertir estos pasivos (11.017.136 millones de pesos), el tipo de cambio de conversión ascendería a aproximadamente 7070 pesos por dólar. En ambos casos, implica un fuerte ajuste y una pérdida considerable del poder adquisitivo», detalla.
«La segunda tarea consiste en alinear los ingresos y gastos del sector público. Al no poder imprimir su propia moneda, cuando el gasto público sea mayor a su ingreso, las opciones serán contraer deuda, aumentar los impuestos y reducir el gasto«, completa.
El salario mínimo en la actualidad se ubica en 80.342 pesos, equivalentes a 182,6 dólares a la cotización del mercado paralelo de este viernes, de 442 pesos. De realizarse la dolarización, quedaría en apenas 11,3 dólares, un nivel absurdo.
En tanto, la jubilación mínima, incluido el bono que paga el gobierno, alcanza a 73.665 pesos, lo que representa 166,6 dólares al valor del blue. Con la depreciación de la moneda que se requiere para concretar la dolarización, bajaría a solo 10,4 dólares.
¿Lluvia de inversiones?
Para evitar un colapso de semejante magnitud en los ingresos populares, la propuesta de los libertarios es conseguir entre 20 mil millones y 40 mil millones de dólares de crédito externo para financiar el proceso.
«Quienes defienden este camino presumen que el solo
anuncio de la dolarización y las reformas necesarias para aplicarla serían
suficientes para restaurar la confianza de los mercados internacionales en la
Argentina y generar ‘una lluvia de inversiones’ que evite este déficit», señalan los economistas de Fundar.
Lo que no explican los libertarios es cómo se pagaría esa deuda si hipotéticamente fuera posible obtener tamaña cantidad de divisas. Lo que habría que hacer, además del desaforado ajuste fiscal para concretar la dolarización, es un ajuste igualmente importante para afrontar los compromisos asumidos.
En esas condiciones, sin política cambiaria ni monetaria, el país quedaría expuesto a cualquier situación de shock externo o interno. Por ejemplo, en la pandemia el Estado no hubiera podido salir en rescate de los trabajadores y sectores sociales vulnerables con el ATP y el IFE, salvo a costa de un mayor endeudamiento en divisas, ni podría atender a los productores agropecuarios frente a una sequía como la de este año.
Como la dolarización entraña una enorme devaluación previa, los sectores exportadores serían ganadores al menos temporarios con esa medida, aunque en un país quebrado por la recesión y sin moneda para aspirar al desarrollo.