“La persecución de Assange por parte de Estados Unidos atenta contra el derecho de la ciudadanía a saber, y es una grave amenaza para los principios fundamentales de la democracia, cada vez más frágiles en todo el mundo”
Por Dardo Gómez
Periodista
Como una vorágine las empresas periodísticas lanzan desde todo el mundo, minuto tras minuto, centenares de miles de noticias sobre los más diversos temas y disciplinas; es normal que esto suceda porque ése es el pulso de la vida de los humanos. Sin embargo, también es cierto que la mayoría de esas noticias no suelen convertirse en información, y que incluso muchas de las que suelen llamarse de “gran impacto”. no suelen sobrevivir a la avalancha siguiente o al mero “impacto” siguiente.
Solía decirse en los tiempos del papel que “no hay nada más viejo que el diario de ayer”, lo cual define de manera definitiva lo efímero de gran parte de la labor periodística. El genial e insoportable Jorge Luis Borges dijo alguna vez: “El periodismo se basa en la falsa creencia de que todos los días sucede algo nuevo. Yo no he leído un periódico en toda mi vida. En un diario, por lo general, se escriben noticias, desde luego tontas. ¿Qué importa que un ministro viaje o no? De las cosas realmente importantes uno se entera de igual modo. Yo creo que los periódicos se hacen para el olvido, mientras que los libros son para la memoria”.
Solía ser así de tremendo este argentino que, además de ser un escritor inmenso, disfrutaba de irritar a las personas comunes. Sin embargo, alguna razón tiene en cuanto a lo efímero de las noticias que, aunque sean importantes, muchas veces suelen ser borradas del consciente colectivo por la avalancha de intrascendencias que se publican a diario.
A veces me da por preguntarme si la avalancha diaria de noticias de escaso calibre no tendrá esa intención (inocente o perversa) de acallar las voces que reclaman a nuestra inteligencia alguna preocupación por la información. Hablo de esa información densa que sirve para formar opinión sobre lo fundamental.
No olvidemos a Julian Assange
Con seguridad la injusticia alfombra nuestros pensamientos con muchos casos y cosas que no debemos olvidar: esas cosas que nos gritan cada día que hay que trabajar por la libertad de la información y que esto es de necesidad diaria porque hay tremendos poderes que no quieren que sea libre. Ni ella ni los informadores que entienden el periodismo como un compromiso con los derechos humanos.
Uno de estos que no debemos olvidar es, precisamente, Julian Assange. El utópico creador de WikiLeaks en 2006; una experiencia de comunicación que aspiraba a utilizar las redes para descentralizar la información y dar la oportunidad a los ciudadanos de saltarse los filtros de los estados y las agendas de las corporaciones periodísticas para hacer llegar a la población lo que ellas ocultaban.
Muy pocos periodistas a su alrededor; en cambio contaba con personas inquietas por la ética con se manejaban las empresas o las instituciones para la cuales trabajaban. Personas que se sentían cómplices, en algunos casos, de atrocidades, que no sabían cómo denunciar o hacerlas conocer al mundo.
Si me permiten, quiero refrescar la memoria sobre los hechos que rescató WikiLeaks y derivaron hasta convertir a Julian Assange en el enemigo número uno del Pentágono.
Assange se hizo famoso en 2010 cuando, a través de WikiLeaks, publicó cientos de miles de documentos secretos de Estados Unidos que evidenciaron el abuso que cometió en las guerras de Irak y Afganistán.
Por una “casualidad” nunca aclarada, ese mismo año Julian Assange fue detenido en Suecia por un caso de supuestos delitos sexuales, puesto en libertad se debían iniciar el proceso para aclarar la certeza de la imputación. Al inciar este proceso, Estados Unidos reclamó a Suecia la extradición de Assange por el supuesto delito de espionaje. Con buen criterio, Assange detectó la trampa para llevarlo ante la justicia estadounidense, y se marchó a Gran Bretaña, desde donde manifestó que estaba dispuesto a responder a la acusación de la justicia sueca. La denuncia de violación no fue comprobada, y fue retirada años más tarde.
Para entonces, ante la actitud dubitativa de los británicos de retornarlo a Suecia, en junio de 2012, Julian Assange se refugió en la embajada de Ecuador, en Londres.
Allí permaneció hasta que cambió el Gobierno ecuatoriano y el nuevo presidente decretó en 2019 negarle el asilo y entregarlo a la policía británica para estar encerrado hasta hoy en la prisión de alta seguridad de Belmarsh, en Londres. Allí permanece pendiente de las instancias presentados contra la decisión del Gobierno de enviarlo a Estados Unidos a enfrentarse a dieciocho cargos, que incluyen el hackeo de bases de datos del ejército estadounidense y divulgar información secreta referente a las guerras en Afganistán e Irak. De ser condenado en Estados Unidos, se enfrentaría una pena de cárcel de 175 años, sostienen sus abogados.
Juzguen si esto es espionaje
Veamos cuáles son los delitos cometidos y cuál es la información que ha divulgado en la plataforma WikiLeaks y que ha sido publicado por decenas de medios de comunicación de todo el mundo y la que nadie le ha quitado veracidad. Caso contrario, esos medios también deberían estar encausados por falsedad imprudente, por lo menos.
El 5 de abril de 2010 WikiLeaks publicó un vídeo militar clasificado en el que se ve como un helicóptero Apache estadounidense dispara y mata a dos periodistas y a un grupo de civiles iraquíes en 2007. Los militares afirmaron que la tripulación del helicóptero creía que los objetivos eran insurgentes armados, no civiles, pero fue considerado como un caso de lesa humanidad por los expertos en derechos humanos.
Assange y WikiLeaks publicaron documentos que probaban los abusos físicos y psíquicos a prisioneros negados de asistencia jurídica en los centros de reclusión de Guantánamo y Abu Ghraib, en vísperas de la elección presidencial en Estados Unidos.
También revelaron que la Agencia Nacional de Seguridad (NSA) espió a tres presidentes de Francia, Jacques Chirac, Nicolas Sarkozy y Francois Hollande. Entre las conversaciones espiadas por la NSA están años de discusiones sobre la crisis de deuda de Grecia —incluida la posibilidad de que ese país dejara la Eurozona—, discusiones sobre el liderazgo de la Unión Europea y conversaciones sobre las relaciones de los gobiernos de Hollande y el de la canciller alemana Angela Merkel.
Toda esta es información que la ciudadanía debe conocer y que no se le debe ocultar por imperio del Derecho a la Información; un derecho universal que no reconoce los supuestos secretos de Estado que amparan las atrocidades que estos cometen.
Quienes no creen en las acusaciones
En una sesión informatíva en el Congreso estadounidense titulada «¿Puede la Primera Enmienda sobrevivir a la extradición de Assange?», el director ejecutivo de la Freedom of the Press Foundation (FPF), Trevor Timm, explicó que enjuiciar a Julian Assange, por obtener y publicar información de una fuente fiable “afecta directamente la forma en que todos los periodistas hacen su trabajo y podría criminalizar grandes aspectos de cómo recopilan noticias”. Lo que abonaría la posibilidad de que los Estados dispusieran de “una herramienta para ensañarse contra cualquier periodista con el que no estén de acuerdo” Lo mismo opinaron los representantes de otros grupos de libertad de prensa y libertades civiles, incluidos ACLU, Reporteros Sin Fronteras y Defending Rights and Dissent.
En un comunicado del 17 de junio del año pasado la Federación Internacional de Periodistas (FIP), que es la mayor organización de informadores del mundo, manifestaba:
“La Federación Internacional de Periodistas (FIP) se muestra seriamente preocupada por el impacto de la continua detención de Assange en la libertad de los medios de comunicación y los derechos de todos/as los periodistas en el mundo.
La persecución de Assange por parte de EEUU contra el derecho de la ciudadanía a saber supone una grave amenaza para los principios fundamentales de la democracia, cada vez más frágiles en todo el mundo. Independientemente de las opiniones personales sobre Assange, su extradición supondrá una amenaza contra la libertad de prensa y de información.
El caso sienta el peligroso precedente de que los gobiernos pueden perseguir a periodistas en cualquier parte del mundo por publicar información de interés público”.
Los que creemos en las libertades de pensamiento, expresión e información no debemos olvidar a Julian Assange y reclamar en todas las instancia su libertad.
Fuente: Opiniones Archives – Pressenza