Además de reclamar contra la proscripción de Cristina Kirchner, el 11M se difundirá un documento para pedir un cambio profundo en la distribución del ingreso.
Del otro lado, la oposición exhibe tensiones internas pero coincide en el rumbo ortodoxo que busca imponer para la economía. La moderación de Alberto Fernández.
Frente a la «moderación» en la gestión de Alberto Fernández, según su propia definición en el Congreso, tanto en el oficialismo como en la oposición se preparan planes de shock. En una semana, el 11M, un sector medular del kirchnerismo dará a conocer un documento en el que planteará la necesidad de abandonar esa estrategia para pasar a una ofensiva contra sectores concentrados del capital y producir, sobre todo, un shock de distribución del ingreso.
La premisa será que «ninguna familia argentina tenga que soportar una injusta e intolerable situación de pobreza, implementando de manera urgente un aumento de suma fija y asegurando un ingreso familiar de emergencia», como puntapié inicial de un proceso de recuperación de los ingresos populares mucho más abarcativo y profundo. El documento retomará esas ideas que ya habían sido presentadas el 17 de octubre del año pasado en un masivo acto en Plaza de Mayo, con intención de delinear un rumbo de acción que entusiasme al electorado de cara a los comicios presidenciales.
Del otro lado del arco político, la Mesa Nacional de Juntos por el Cambio ofrecerá como alternativa generar políticas que permitan «superar el estancamiento permanente al que se condena a los argentinos». Los duros enfrentamientos entre dirigentes de ese espacio para determinar quién será su candidato a presidente se diluyen a la hora de definir el rumbo económico.
En ese aspecto hay miradas comunes respecto a la necesidad de «sincerar» el tipo de cambio mediante una devaluación inicial que, confían, achicará de manera sustancial la brecha con los dólares financieros y el paralelo; desmantelar las restricciones cambiarias; suprimir de manera acelerada el déficit fiscal mediante recortes de shock del gasto público; bajar o eliminar las retenciones a las exportaciones; disminuir impuestos a las empresas y contribuciones a la seguridad social, y encarar gradualmente reformas estructurales como el aumento de la edad jubilatoria, la derogación de las moratorias previsionales, el reemplazo de las indemnizaciones por despido por un seguro privado y el achicamiento de estructuras del Estado.
Moderación
Alberto Fernández aprovechó su discurso ante la Asamblea Legislativa para explicar cuáles han sido los ejes de su gestión, que aparecen cuestionados a izquierda y derecha por propios y extraños. «No oculto las necesidades ni dibujo un mundo irreal», señaló.
«Recorro el país, puedo ver lo bueno y lo malo que está sucediendo. Puedo hablar francamente de la pobreza, de la inflación, de la inseguridad y de los bajos ingresos. Entiendo el malestar y la queja de los más débiles. Pero también veo lo que está bien, y cómo se oculta, y cómo se intenta generar desánimo y malestar», agregó, para concluir con una defensa directa del rumbo trazado: «Invito a ponderar lo logrado y a reflexionar sobre el hecho de que solo manteniendo nuestras políticas de desarrollo inclusivo vamos a poder generar trabajo y hacer una sociedad más igualitaria«.
El Presidente expuso los ejes centrales del cambio de la política económica respecto de la experiencia de Mauricio Macri y lo que postula hoy en día Juntos por el Cambio: sobre el dólar, dijo que es un bien escaso y su administración se orienta a las actividades productivas y no a la especulación financiera; sobre las empresas públicas, valoró la gestión del Estado -por ejemplo en Aerolíneas Argentinas, YPF, Aysa, Arsat, ferrocarriles e hidrovía- y advirtió sobre la «campaña de desprestigio» que busca instalar la oposición para impulsar las privatizaciones; sobre la integración regional, enfatizó la apuesta por el Mercosur y el trabajo para que Argentina forme parte de los BRICS; sobre obra pública, destacó el fuerte incremento en la inversión presupuestaria y el abandono de los PPP (participación público privada) que fracasó en el macrismo; sobre salarios, reivindicó las paritarias y la suba del salario mínimo; sobre jubilaciones, habló de la nueva moratoria, el reconocimiento de aportes a las mujeres por tareas de cuidado y los bonos para reforzar ingresos.
Luego enumeró los logros que obtuvo el Gobierno con esas políticas: dos años consecutivos y seguramente tres de crecimiento económico -lo que no sucedía desde 2006, 2007, 2008-, 23 meses seguidos de suba del empleo registrado y 29 meses en las fábricas, record de inversión privada, record de exportaciones e importaciones, record en el desarrollo de la economía del conocimiento, record en producción de hidrocarburos, record en la actividad turística, recuperación de la rentabilidad en las pymes, avance de las economías regionales, reestructuración de las deudas con acreedores privados y el FMI y paulatino ordenamiento macroeconómico.
«Estoy convencido de que hemos dejado los cimientos sobre los cuales construir el gran país que soñamos», consideró Fernández. «Seguimos trabajando con firmeza y prudencia y vamos obteniendo resultados que podemos exhibir», completó, en su reivindicación del estilo «moderado».
Shock distributivo
Esa descripción del jefe de Estado no termina de conformar a una buena parte de la dirigencia del Frente de Todos y, de acuerdo a encuestas de consultoras cercanas o lejanas del gobierno, tampoco a gran parte del electorado. El presidente y su entorno le adjudican una cuota importante de responsabilidad por esa situación a sus críticos internos, empezando por la vicepresidenta y el diputado Máximo Kirchner, a quienes reprochan no acompañar los esfuerzos del Poder Ejecutivo en contextos difíciles como la pandemia o la guerra en Europa.
«Por supuesto que debemos distribuir mejor nuestra generación de riqueza, pero es fundamental sentar las bases para el crecimiento equilibrado. Si no crecemos, no hay nada para distribuir. Si crecemos sin políticas activas de distribución, la riqueza se concentra en pocas manos. En ese clivaje es donde tiene que asentarse un estado inteligente y eficiente», se atajó Fernández de los cuestionamientos más repetidos a su gestión por parte del kirchnerismo.
Una respuesta a esa concepción se escuchará el 11M, cuando se lea un documento que expondrá centralmente que es crucial mejorar la distribución del ingreso, para lo cual se requiere una decisión política que la moderación del presidente estuvo y está lejos de alcanzar.
El acto en la UTN de Avellaneda contará con la presencia de los principales referentes del kirchnerismo: Máximo Kirchner, Axel Kicillof, Andrés «Cuervo» Larroque, Hugo Yaski, Roberto Baradel, Sergio Palazzo, Omar Plaini, Cristina Alvarez Rodríguez, Teresa García, Walter Correa, Abel Furlán, Jorge Ferraresi, Mario Secco, Federico Otermín, Edgardo Depetri, entre muchos otros, y agrupaciones como La Cámpora, Peronismo Militante, Descamisados y Kolina, también entre muchas otras.
El objetivo es poner en primer plano la voz de la militancia, de las bases del Frente de Todos, para empujar por las políticas distributivas que el Gobierno no termina de aplicar y, sobre todo, ubicar a Cristina Kirchner como la figura política y electoral que puede transformarlas en realidad.
Hay que abandonar el derrotismo y pasar a la ofensiva, sostienen los organizadores del acto. Es la única forma de imponerse a los poderes fácticos, superar la proscripción de la vicepresidenta, alinear al peronismo bajo su liderazgo y recuperar la esperanza del electorado. En esa secuencia, esperan o buscan presionar al propio Fernández para que dé explícitamente un paso al costado y se sume a batallar para la elección de CFK. No parece sencillo, pero entusiasmo no falta.
Shock de ajuste
Los economistas Hernán Lacunza, Carlos Melconian, Eduardo Levy Yeyati, Martín Tetaz, Matías Sturt y Juan Carlos Sánchez Arnau, quienes aparecen como principales voceros de Juntos por el Cambio, consideran tanto a las políticas de Alberto Fernández como las que propone el kirchnerismo -peor aún- como responsables del «estancamiento y la decadencia».
Su propuesta no difiere del instrumental ortodoxo y la concepción neoliberal que defendieron con Domingo Cavallo en los ’90 y los 2000, y pusieron en práctica varios de ellos durante la presidencia de Macri. La regla número uno es el ajuste fiscal violento hasta alcanzar el déficit cero, a lo que sigue la unificación cambiaria –vía devaluación– y quita de regulaciones sobre el dólar, la apertura importadora, la baja de impuestos a sectores empresarios, la quita de retenciones, las reformas laboral y previsional, el alineamiento con Estados Unidos y las privatizaciones.
«Quienes hicieron estallar la economía argentina hace apenas tres años, son los mismos que ahora anuncian que una bomba explotará en el futuro», les dedicó el presidente en su discurso, también en parte de su autodefensa de la moderación.