Más de 50 delegaciones extranjeras de alto nivel, incluyendo 17 jefes de Estado y de Gobierno, atendieron a la ceremonia.
Luiz Inácio Lula da Silva asume este domingo la Presidencia de Brasil en presencia de al menos 53 delegaciones extranjeras de alto nivel, incluyendo 17 jefes de Estado y de Gobierno, y con una gran celebración popular que reunió a unas 300.000 personas.
En una ceremonia en el Congreso, Lula junto a su vicepresidente, Geraldo Alckmin, empiezan un nuevo mandato, en medio de un riguroso esquema de seguridad, tras los recientes disturbios en Brasilia y el intento de ataque con explosivo protagonizados por simpatizantes del presidente saliente, Jair Bolsonaro.
El veterano político, de 77 años, inicia un nuevo periodo lleno de retos: tendrá que afrontar una situación económica severa, con 33 millones de personas en situación de hambre, 11 millones de desempleados, inseguridad, problemas ambientales y una geopolítica compleja.
De igual forma, Lula sabe que tiene que gobernar «para los 215 millones de brasileños» y ha asegurado que «no existen» dos países, pero los resultados de las elecciones presidenciales demostraron que no lo tendrá nada fácil: las urnas reflejan un país fracturado entre dos visiones opuestas, y un Congreso y tres importantes estados dominados por el bolsonarismo.
Lula tratará de recuperar la relevancia internacional que tuvo Brasil durante su mandato. Según analistas, la diplomacia bolsonarista deja un Brasil aislado, sobre todo por su empeño de terminar con la tradicional equidistancia, con su excesivo alineamiento con el expresidente estadounidense Donald Trump en detrimento de China (su principal socio comercial, por delante de EE.UU.) y con países gobernados por la derecha conservadora.
Por otra parte, se espera que el mandato de Lula también suponga un respiro para la Amazonía brasileña, que en los últimos años con Bolsonaro ha registrado récords de deforestación e incendios. Según los ambientalistas, eso se debe a la retórica y a las medidas que adoptó el ahora mandatario saliente para favorecer el avance del agronegocio sobre las áreas protegidas, entre ellas las reservas indígenas.
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