Por Débora Nunes. Pressenza.com
Las redes sociales son una práctica humana muy antigua. Con la aparición de Internet, adquirieron una fuerza global y formatos sin precedentes en la historia. Sin embargo, la opinión más común sobre el efecto de las redes sociales en las sociedades contemporáneas, es desalentadora. Las fake news que refuerzan las campañas electorales de extrema derecha sin escrúpulos; el uso manipulador de las redes para favorecer el consumo innecesario; la presencia de «influencers» con contenidos superficiales y llamativos que ganan millones de seguidores… Es inquietante imaginar que las redes sociales refuerzan un viejo mundo de inconsciencia, superficialidad, ideas deshumanizantes y antidemocráticas. Sí, este es un perfil ampliamente mayoritario de las redes sociales hoy en día, pero esto puede cambiar por completo si ocupamos las redes y las hacemos cumplir lo que puede ser su destino histórico.
Por Débora Nunes, Vicente Aguiar¹ y Marcos Arruda²
El pensador Teilhard de Chardin, fallecido en lo años 50 sin ver absolutamente nada de Internet ni de las redes sociales, previó su surgimiento. Al identificar varios «estratos» de la vida en el planeta Tierra –hidrosfera, geosfera, biosfera– también identificó la Noosfera como la esfera de los seres humanos portadores de una conciencia reflexiva, prospectiva, cuestionadora, propositiva y crítica. Así, la Noosfera consistiría en una esfera civilizadora de colaboración y amorosidad. Para entender esta anticipación, es necesario saber que Teilhard de Chardin, paleontólogo, veía la evolución cósmica en el planeta Tierra como un proceso que pasaba por la Geosfera (antes de la aparición de la vida tal como la entendemos hoy), la Biosfera, (en la que la vida se manifestó y evolucionó ampliamente hasta la aparición del homo sapiens sapiens), hasta la configuración actual, la Tecnosfera, un planeta construido por la intervención humana en la Geosfera, la Biosfera y la propia Noosfera.
En este proceso evolutivo de la Materia a la Mente, se producen, según Chardin, dos evoluciones paralelas: la que conduce a la «hominización», a la especie humana biológica, y la que lleva a la «humanización», o a la elevación de la conciencia de la humanidad. Chardin visualizó al menos cuatro tendencias evolutivas de la especie humana: personalización, socialización, espiritualización y «amorización». En otras palabras, se anticipó a la comprensión del ser humano como un ser orientado al amor y, por tanto, peregrino en el camino hacia lo cada vez más complejo y convergente. Podríamos añadir hoy, en coherencia con este anticipo, que también estamos avanzando para estar cada vez más conectados.
En 1939, Teilhard describió la Noosfera, la siguiente etapa evolutiva, como «una película de pensamiento que envuelve la Tierra, formada por comunicaciones humanas». Cuando vemos las imágenes que muestran las conexiones instantáneas realizadas a través de Internet en todo el planeta, podemos imaginar que esta Noosfera se hace realidad. Desgraciadamente, aunque es colaborativa por el continuo intercambio de contenidos de libre acceso, no es mayormente amorosa. Por el contrario, la descripción hecha anteriormente de Internet muestra algo deshumanizado en el sentido teilhardiano, es decir, algo que permanece en la esfera de la humanidad biológica, y no de la humanidad consciente y «humanizada». Para Chardin, que además de científico era sacerdote, el proceso de ampliación de la conciencia sería un proceso de espiritualización, de compromiso con el sentido amoroso de la evolución humana. La Noosfera se hace así posible cuando se amplía la comprensión de la interconexión de todo y de todos, y del carácter sagrado de la existencia. La conexión y la convergencia de las inteligencias humanas inspiradas en el amor y la colaboración serían la base para la construcción de una civilización cualitativamente superior.
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Partiendo de esta visión de evolución cósmica, podemos entender Internet como el inicio balbuceante de la construcción de la Noosfera autoconsciente, una utopía actualizada a los tiempos actuales. Esta noción se refuerza aún más cuando recordamos la historia de Internet, ya sea como tecnología o como práctica social. Manuel Castells nos recuerda, por ejemplo, en «La Galaxia Internet», que el verdadero origen de Internet, en los años 60 y 70, tuvo algo más de orden científico y colaborativo, que precisamente militar o de marketing. Después de todo, toda su infraestructura de comunicación lógica (protocolos ITCP/IP, HTTP y DNS) no fue patentada por sus autores originales con algún tipo de restricción de acceso para su uso o comercialización. Todo lo contrario: los protocolos de comunicación de Internet fueron registrados en el dominio público y compartidos libremente con la humanidad por diferentes autores de distintas partes del mundo. La mayoría de ellas estaban vinculadas a grupos de investigación o colectivos de personas que se autodenominaban hippies, comunalistas o cibernéticos. Pero la mayoría de ellos tenían en común un discurso radical sobre la revolución de los medios de información y cómo cambiaríamos completamente el mundo con la construcción de una red mundial que conectaría a las personas para compartir datos, información y conocimientos. Todo esto, a mediados de los años 60 y 70 del siglo pasado.
Por lo tanto, es posible afirmar que Internet como tecnología es uno de los ejemplos más fantásticos de construcción cooperativa internacional, la expresión técnica de un movimiento que comenzó desde abajo, alimentado constantemente por una multiplicidad de iniciativas locales en diferentes partes del mundo, a pesar del fuerte predominio de los países del Norte. Una construcción tecnológica revolucionaria que no fue el resultado de un proceso incremental, de continuidad, sino que fue el fruto de pensamientos libertarios provenientes de los movimientos de contracultura de la época. Las transformaciones de la tecnología y la contracultura estaban completamente entrelazadas y comprometidas. Para muchos investigadores, como Ted Turner en su clásico libro «Contracultura y Cibercultura», podemos incluso afirmar que el verdadero legado de la generación de los sesenta es haber iniciado esta revolución tecnológica y social que vivimos hoy.
Sin embargo, siguiendo el pensamiento de Chardin, podemos cuestionar si la Internet actual no estaría actuando aún y principalmente en la esfera de la especie humana biológica, es decir, en el proceso de «volverse reflexivo consciente» o de volverse verdaderamente noosférico. Si en un principio la especie humana, al igual que otros mamíferos, basaba su vida en la interacción con su propia manada y centraba sus esfuerzos en la búsqueda del placer de sentir sus instintos saciados y en escapar de los peligros, viendo a las demás especies y rebaños principalmente como enemigos, todo fue cambiando con el proceso de humanización. Para Chardin, la humanización se basa en la individuación y la socialización, en la construcción de las individualidades al tiempo que se desarrolla la conciencia de la alteridad y la compasión más allá de la familia y de los que no son como yo.
Si el contenido mayoritario de Internet sigue estando en la esfera de la satisfacción individual superficial manipulada por las corporaciones y el discurso del odio, y si Internet favorece hoy las «burbujas», en las que cada persona se comunica principalmente con sus iguales, esto puede cambiar.
Internet puede ser un poderoso motor evolutivo del proceso de humanización, un esbozo de la Noosfera, de la expansión de la conciencia, la cooperación y el amor. Si buscamos bien, ya hay infinidad de contenidos en Internet que van en esta dirección. Recordando el diálogo entre el maestro y el discípulo en el libro «Las ciudades invisibles» de Italo Calvino, cuando el discípulo le pregunta «Maestro, ¿cómo puedo sobrevivir en este infierno?», éste le responde: «Busca en el infierno lo que no es el infierno, y ayúdalo a crecer».
Uno de los grandes ejemplos son las comunidades online dedicadas a producir miles de programas informáticos (software) que se comparten libremente en Internet, como el Proyecto GNOME (www.gnome.org). Con la participación de más de 300 desarrolladores y colaboradores de 59 países de los cinco continentes del planeta, el proyecto GNOME produce de forma colaborativa un entorno de interfaz gráfica (desktop, escritorio) y un conjunto de aplicaciones (software) que facilitan al máximo la interacción del usuario con los ordenadores. De forma imbricada al desarrollo de este entorno gráfico GNOME, también está presente el proceso de traducción voluntaria de los softwares que componen el escritorio para más de 60 idiomas en el mundo. Este esfuerzo de cooperación internacional abarca desde las lenguas occidentales (como el español, el francés y el portugués) que utilizan el mismo alfabeto, hasta las lenguas que utilizan alfabetos completamente diferentes como por ejemplo el chino, el griego, el árabe, el hindi y el hebreo. Así, este tipo de comunidad mantiene la ética y los valores de cooperación y solidaridad tecnológica que siempre han estado ligados al origen de la propia Internet y que están muy cerca de la construcción de una Noosfera.
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Siguiendo estos mismos principios de producción colaborativa, existe también la red social global que se ha formado en Internet para desarrollar una enciclopedia universal y multilingüe, conocida internacionalmente como Wikipedia. Con el apoyo de más de 104 millones de voluntarios registrados de todos los continentes del planeta, la comunidad en línea de Wikipedia ya ha logrado producir, de forma voluntaria y cooperativa, más de 59 millones de artículos enciclopédicos en más de 329 idiomas y dialectos del planeta, 1.095.867 artículos sólo en la versión portuguesa. Cada lengua y dialecto tiene una comunidad local específica que coopera dentro de este gran propósito internacional de construir entradas enciclopédicas que se comparten a través de Internet. Estos contenidos generan más de 15.000 millones de visitas al mes y sitúan el portal de esta enciclopedia libre (Wikipedia.org) entre los diez más consultados del mundo desde 2006. Por lo tanto, gracias a la adopción de este modelo de colaboración entre millones de wikipedistas conectados a través de Internet, es posible afirmar que Wikipedia se ha convertido en la mayor y la más consultada enciclopedia del mundo. Todo ello sin contar con el apoyo de empresas o gobiernos, ya que esta enciclopedia sólo acepta aportes y donaciones de particulares a través de Internet.
El mundo de posibilidades que ofrece Internet para evolucionar en el sentido de la cooperación y el amor con uno mismo, con los demás y con el planeta, pasa de una escala local a una global.
Se observa que el carácter casi gratuito de Internet favorece a quienes quieren implicarse en causas locales, porque la visibilidad de las microacciones voluntarias y emancipadoras nunca ha sido tan grande, así como la facilidad de acceso a la búsqueda de palabras clave, especialmente a través de Google. Para los que quieren compartir bienes, paseos, ideas, sentimientos, etc. se aplica lo mismo. Solo hay que buscar, ya que la oferta ha crecido y las plataformas en este sentido se han popularizado. Para formar grupos de acción y pensamiento común, los grupos de Whatsapp y Telegram son una poderosa herramienta, ya sea conservadora o emancipadora. Facebook, Instagram, Tiktok y Twitter favorecen la difusión de cualquier movimiento social, acción personal o idea.
A escala mundial, los que quieren reunirse a distancia, en su propio idioma o en muchos idiomas al mismo tiempo, encuentran herramientas como Zoom, GoogleMeet y varias otras. La creación de espacios en los que la familia humana pueda reunirse y reconocerse como «hermanos», como dicen los pueblos originarios, nunca ha sido mayor, y las plataformas de traducción, las traducciones simultáneas y las salas de idiomas en las reuniones internacionales, son especialmente útiles. La presencia de estos elementos ha propiciado una conexión cada vez más intensa de la ciudadanía planetaria.
Entonces, si hoy existen medios tecnológicos para expandir los movimientos comprometidos con el amor y la cooperación, ¿por qué el lado oscuro y no el luminoso de la humanidad parece tener más poder en el entorno de las redes? Hay mil respuestas posibles. Veamos algunas:
- por las empresas anates mencionadas, se puede ver que la patria del capitalismo monopoliza los medios de acceso y no es de extrañar que se haga más negocio que solidaridad y apoyo mutuo a través de Internet;
- Internet sigue siendo una tierra sin ley, por lo que quienes no tienen ética difunden falsas verdades con facilidad y casi siempre sin castigo;
- la superficialidad se aprovecha de la ley del menor esfuerzo que acompaña a la humanidad desde siempre, y así, quienes ofrecen contenidos que distraen y alienan en lugar de convocar al espíritu crítico, ganan adeptos mucho más fácilmente.
Ante este breve resumen de la premisa del principio de este texto –Internet al servicio de la deshumanización y no de la humanización–, ¿qué se puede hacer? ¿Cómo ayudar a que sea un precursor de la Noosfera? Hay una cuarta explicación de por qué Internet está dominada por la derecha, por la superficialidad y por el mercado: el hecho de que las personas influyentes de este lado y los movimientos emancipadores, siguen teniendo una gran resistencia a las redes, ya sea por la edad media de estas personas, que en parte desconocen los mecanismos de su funcionamiento técnico, o por la resistencia al «exhibicionismo» que promueven las redes. Así, este «otro mundo posible que está en construcción», según el Foro Social Mundial, tiene poca visibilidad. Otra razón es el grado de energía que exige estar en la contrahegemonía a quienes están comprometidos o comprometidas con la superación del statu quo actual: ¿cómo tener tiempo para exponerlo en Internet, para mantener al público informado y actualizado de lo que se está construyendo? Los movimientos que están siendo abrazados por los jóvenes tienen una mayor posibilidad de mostrar sus retos y posibilidades, pero no son la mayoría.
El desafío de ocupar las redes con ejemplos alternativos de sociedad, conceptos y prácticas de bondad amorosa y cooperación para alimentar la esperanza e inspirar a la humanidad en su evolución, es un reto político. Es una cuestión de decisión.
Es una decisión de los movimientos y es una decisión personal. Para superar la idea de exhibicionismo y egocentrismo que transmiten las redes, hagamos cada vez más visible y convincente la propuesta de que necesitamos ocupar las redes para que la humanidad pueda conocer mejor sus posibilidades evolutivas. Para superar el desafío técnico, es necesario ampliar y profundizar la cooperación intergeneracional, con las viejas generaciones que necesitan ayuda escuchando más a los jóvenes y respetando su forma de hacer las cosas. Ante la pregunta de «tener o no tener tiempo para las redes», hay que tener en cuenta que la expansión del pensamiento conservador en Internet requerirá más horas de trabajo que invertir ahora en la disputa política de narrativas, conceptos, imágenes, experiencias. Para hacer frente al atractivo consumista del mercado, un camino puede ser volver a dar espacio a los jóvenes más avanzados de la nueva generación. Sus hábitos de sobriedad, consumo de bienes usados, vegetarianismo y veganismo, uso de la bicicleta y compartir bienes –por quedarse con algunos comportamientos de vanguardia– ya están construyendo una cultura anticonsumista.
Ocupar las redes hoy es tan importante como lo ha sido siempre ocupar las calles.
Estudiarlas, fortalecer las iniciativas alternativas a las grandes empresas norteamericanas que dominan Internet, dar prioridad a la producción de contenidos con un nuevo lenguaje, interactuar en las plataformas disponibles hoy en día fomentando el ámbito progresista en sus puestos, ya ha ido dando resultados. La elección presidencial brasilera de 2022 demostró lo mucho que podemos ganar si entendemos las redes con decisión como escenario de disputa política y actuamos a través de ellas. Por supuesto que la derecha actuará como lo hizo en el Brexit, en las elecciones estadounidenses, italianas, israelíes, brasileras y muchas otras. Por supuesto, el «mercado» seguirá navegando por las redes. Por supuesto, los influencers de la superficialidad seguirán utilizando cualquier estrategia para ser escuchados y vistos, ya que escriben poco. ¿Pero qué pasa con nosotros? ¿Vamos a entrar en el mundo virtual y convertirlo en una plataforma evolutiva o vamos a ganar por poco o a perder miserablemente a largo plazo?
Internautas progresistas del mundo, ¡uníos!
¹ Vicente Aguiar es un hacker mundial, pero brasilero y bahiano de origen. Doctor y Master en Administración por la UFBA, tiene más de 15 años de experiencia en gestión de proyectos de innovación y tecnología en Brasil, Argentina, Suiza y en comunidades globales. Socio fundador de Colivre (Cooperativa de Tecnologías Libres), hoy trabaja como director de tecnología e innovación en el Grupo Pessoa e Pessoa Advogados Associados, además de ser investigador y profesor invitado en los cursos de Postgrado de la Faculdade Baiana de Direito e Gestão. vicenteaguiar@gmail.com
² Marcos Arruda es geólogo, economista, educador popular, escritor, poeta, padre, amigo y referencia en el debate de los derechos humanos, la educación y la democracia. Fue perseguido, detenido, torturado y exiliado durante las dictaduras corporativo-militares. En 1981, participó en la fundación del Instituto Brasilero de Análisis Sociales y Económicos (Ibase) y, en 1986, decidió crear el Instituto Políticas Alternativas para o Cone Sul (PACS), que hoy cuenta con 36 años de trayectoria. En educación popular, se inspira en Paulo Freire –con quien trabajó–, y ha publicado decenas de libros, cartillas, artículos, poesías y cuentos.
PRESSENZA · HUMANISMO
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