El nuevo ciclo de subidas de tipos de interés por parte de la Reserva Federal de Estados Unidos (FED, por sus siglas en inglés) durante los últimos meses ha desencadenado agitación en los mercados financieros internacionales.
BEIJING, 30 Septiembre (Xinhua)
En su etapa anterior, los grupos de interés y las instituciones financieras estadounidenses han unido sus fuerzas para generar crisis de deuda en varios países emergentes, obteniendo cuantiosos beneficios económicos para sus bolsillos. En este panorama, los infames «fondos buitre» de origen estadounidense, no se quedan atrás.
Estos fondos cuentan con un historial de persecución maliciosa contra docenas de países en vías de desarrollo endeudados, como Ecuador, Argentina, Perú, Vietnam y muchos otros, dificultando la reestructuración de la deuda.
Este fenómeno no solo se debe a la naturaleza sanguinaria de los fondos buitre, sino también a la inacción e indulgencia de las autoridades estadounidenses y su poderío financiero y legal.
En medio de las actuales turbulencias económicas mundiales, ha quedado claro que el Gobierno de Estados Unidos y los gigantes depredadores financieros, como los «fondos buitre», se han unido para afilar sus cuchillos y sacar intereses de la economía global.
NATURALEZA CODICIOSA Y SANGUINARIA
Los fondos buitre, denominados de una forma metafórica por su interés en garrapiñar los bonos incumplidos de los países en desarrollo, invierten en una deuda pública de una entidad que se considera cercana a la quiebra a precio bajo y buscan enormes ganancias a través de juicios maliciosos.
Al actuar esencialmente como especuladores de esos bonos basura, los fondos buitre se caracterizan por ser mañosos, intransigentes y bárbaros.
«Los fondos buitre que hostigan, generan rumores, infamias y calumnias actúan como desestabilizadores, como una suerte de terroristas financieros», acusó la entonces presidenta de Argentina Cristina Fernández de Kirchner durante su participación a la Asamblea General de la ONU en 2014.
Tras diez años de acoso y explotación, la naturaleza de los fondos buitre quedó plenamente revelada en la crisis de la deuda soberana de Argentina.
En la década de 1990, el país sudamericano ha sido adoctrinado por el «neoliberalismo» de Estados Unidos, y aprovechó el entorno internacional de bajas tasas de interés para endeudarse fuertemente, por lo que sus compromisos de pago ascendieron a más de 100 mil millones de dólares cuando estalló la crisis financiera en 2001.
Al no poder pagar, Argentina se vio obligada a reestructurar dos veces sus deudas en 2005 y 2010, con una reestructuración de alrededor del 92 por ciento de sus acreedores.
Sin embargo, los fondos buitre, con representantes como NML Capital, una subsidiaria de la compañía estadounidense Elliott Management, aprovecharon para comprar los bonos a bajo precio a los acreedores originales que no habían aceptado la reestructuración y presentaron en 2015 una demanda para exigir a Argentina el pago del capital y los intereses de la deuda en su totalidad.
Según un reportaje publicado en el periódico español El Mundo, NML Capital compró un valor nominal de 630 millones de dólares de los bonos emitidos por Argentina por unos 48 millones de dólares, una cifra que equivale a solamente alrededor del 7,6 por ciento del valor nominal, aunque finalmente exigió la devolución completa.
Para el Gobierno argentino, los fondos buitre no ofrecieron ningún tipo de préstamo, sino que obtuvieron ganancias mediante la compra de los bonos incumplidos, por lo cual no cabe duda de que se trata de una extorsión.
No obstante, Argentina no lograba cumplir con normalidad otras obligaciones de pago debido a la injerencia judicial de EE. UU.
En el año 2016, el Gobierno argentino se vio obligado a alcanzar acuerdos con los principales fondos buitre, en los que el país sudamericano debería pagarles un total de 4.650 millones de dólares en concepto de capital e intereses, una cifra que equivale al 0,83 por ciento del PIB de ese país en ese año.
COMPLICIDAD CON AUTORIDADES EE. UU.
En cierta medida, las «presas» de los fondos buitre son generadas por el mismo EE. UU., y la creciente especulación de estos fondos también está ligada al apaciguamiento y favoritismo de las autoridades estadounidenses.
En la década 90, el Gobierno de Carlos Menem lanzó reformas neoliberales bajo instrucción de EE. UU., que acabaron provocando la crisis financiera argentina del 2001.
Cuando el Gobierno de izquierda llegó al poder y reestructuró su deuda, los fondos buitre se aprovecharon de la situación comprando bonos a bajo precio y luego acudieron a los procesos judiciales a fin de obtener altos rendimientos.
En octubre de 2012, cuando la fragata ARA «Libertad» de la Armada Argentina hizo escala en el puerto Tema de Ghana, la empresa NML Capital, con una sentencia judicial estadounidense en la mano, pidió a un tribunal comercial ghanés que embargue la fragata con el objetivo de obligar a Argentina a pagar la deuda incumplida.
A pesar de las varias apelaciones argentinas, la Corte Suprema de EE. UU. aún confirmó la sentencia de su juez federal, Thomas Griesa.
Al llegar junio de 2014, el Gobierno argentino transfirió aproximadamente 540 millones de dólares al banco liquidador, Bank of New York Mellon, para pagar el capital e intereses adeudados a los acreedores que aceptaron la reestructuración de la deuda.
No obstante, este activo fue congelado por el juez Griesa con el argumento de que el país sudamericano debería pagar primero las deudas incumplidas con los fondos buitre.
Dada la imposibilidad de llegar a un acuerdo entre el Gobierno argentino y los fondos, la agencia de calificación estadounidense Standard & Poor’s rebajó la aptitud crediticia de Argentina a «default selectivo», deteriorando aún más la solvencia del país latinoamericano.
«Era la primera vez en la historia que un país estaba dispuesto y podía pagar a sus acreedores, pero un juez le impidió hacerlo», señaló en un artículo Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía y profesor de la Universidad de Columbia, un hecho que según el experto amenaza el funcionamiento de los mercados financieros internacionales.
A este aspecto, Liao Shuping, investigadora del Instituto de Investigación del Banco de China, afirmó que el Gobierno de EE. UU. podría haber impedido que los fondos buitre buscaran enormes indemnizaciones a través de sus tribunales federales. Sin embargo, en lugar de tomar medidas pragmáticas, ha permitido y alentado a los fondos buitre a robar la propiedad estatal argentina.
Mientras tanto para Zhang Yuewen, investigador del Instituto de Finanzas y Banca de la Academia China de Ciencias Sociales (CASS, por sus siglas en inglés), los litigios internacionales de los fondos buitre brindan una oportunidad para que EE. UU. ejerza la hegemonía financiera y la jurisdicción de brazo largo.
«Las fuerzas financieras de Wall Street han tenido desde hace tiempo estrechos vínculos con el Congreso y el Gobierno Federal de EE. UU., por lo que tienen la motivación y capacidad de intervenir en la elaboración de leyes y políticas nacionales para mantener su enriquecimiento injusto», aseveró.
De acuerdo a reportajes de los medios estadounidenses, el director del famoso fondo buitre estadounidense Elliott Management, Paul Singer, es un importante «megadonante» del Partido Republicano, conocido como el «donante más codiciado» de dicha agrupación política.
Después de que Argentina se viera obligado a pagar íntegramente sus deudas a los fondos buitre y otros acreedores, el juez Griesa anunció en abril de 2016 el levantamiento del congelamiento de las cuentas diarias de ese país.
Tras 15 años de haber sido privado de sus derechos de financiación en el mercado internacional, Argentina salió oficialmente del «default selectivo» de la deuda y volvió a ser un «país normal» en los mercados internacionales de capitales.
PROFUNDIZACIÓN DE LA «TRAMPA DE LA DEUDA»
La redada de los fondos buitre ha hecho que los países endeudados paguen incalculables costos económicos y de desarrollo, afectando directamente sus canales de crédito y accesos a la financiación en el mercado internacional y obstaculizando seriamente el ritmo de la economía de estos países para salir del atolladero económico.
Según el entonces experto independiente de la ONU sobre deuda externa, finanzas y derechos humanos, Juan Pablo Bohoslavsky, el saqueo de los fondos buitre aprovechándose de la vulnerabilidad de otros dificulta la resolución oportuna, justa y ordenada de la crisis financiera, retrasa la conclusión de los acuerdos de reestructuración de la deuda y agrava el sufrimiento de los pueblos de los países afectados por la crisis financiera.
El ex secretario general de la Organización de los Estados Americanos (OEA) José Miguel Insulza comentó lo siguiente sobre los fondos buitre: «Para algunos actores indeseados en esta economía global, la eventual quiebra de un estado, con enormes daños para sus ciudadanos, especialmente los más pobres, nunca es ‘too big’. Al contrario, la crisis es siempre una oportunidad para ellos».
En los cinco años transcurridos desde que entró en recesión en 2012 y llegó a un acuerdo con los fondos buitre en 2016, la tasa de crecimiento anual de la economía argentina ha oscilado en un nivel bajo del -2,5 por ciento al 2,7, mientras la tasa de inflación se mantuvo alta entre el 22,3 y el 41,1 por ciento.
Actualmente, Argentina sigue siendo uno de los países más endeudados de América Latina.
Conforme a un artículo de Pierre Jacquemot, el exembajador de Francia en Kenia, Ghana y la República Democrática de Congo, publicado en marzo de 2018 por el Instituto de Relaciones Internacionales y Estudios Estratégicos de Francia, un total de 32 países africanos han sido víctima de los fondos buitre.
En África, estos fondos, que compraron créditos a precio bajo y luego demandaron a las naciones pertinentes para exigir el pago de la deuda al valor original, tienen una tasa de éxito de casi tres cuartos en tales litigios.
En junio del año corriente, manifestantes con pancartas y muñecos de papel con imágenes de buitre irrumpieron en la sede de Elliott Management en Nueva York, condenando enérgicamente a los fondos buitre por sus constantes prácticas depredadoras sobre los países vulnerables y advirtiendo que la deuda ceilandesa se convertiría en el objeto de estos depredadores.
De acuerdo con las informaciones de la agencia de noticias rusa RIA Nóvosti publicadas este julio, el 47 por ciento de los préstamos del Gobierno de Sri Lanka procedían de los mercados financieros internacionales y que su «trampa de la deuda» era obviamente una producción occidental. Parte de su deuda con los acreedores occidentales ha sido revendida a los fondos buitre.
La operación típica de los fondos buitre es crear la famosa «trampa de la deuda» utilizando las vulnerabilidades de las reglas.
Con el fin de limitar el daño de la especulación, aliados de EE. UU. como el Reino Unido y Bélgica han introducido legislación para tomar medidas pragmáticas contra los litigios de los fondos buitre y EE. UU. ha optado por tolerarlos.
El hecho de que los fondos buitre se aprovechen de las vulnerabilidades de los países endeudados para enriquecerse pero estén protegidos por el Gobierno y el poder judicial de EE. UU., es muy similar a la forma en que el complejo militar-industrial de ese país instiga al cuerpo gobernante a provocar conflictos en todo el mundo y hacer fortunas por medio de guerras.
Este contexto refleja la naturaleza de sangre fría de la cultura estadounidense que, en pos de sus propios intereses egoístas, ignora la seguridad de otros países.