Al observar las noticias en los medios que a diario reflejan los conflictos, los “cruces verbales” , “desafíos”, “amenazas”, “chicanas políticas” y disputas que generan y sostienen nuestros políticos, funcionarios y dirigentes, al ver el alto grado de agresión y descalificación con el que nuestros representantes y cada uno de nosotros nos dirigimos hacia quien piensa diferente nos preguntamos…
¿Qué aprendimos en estos 25 años?
A un cuatro de siglo de recuperada la democracia en nuestro país, parece que todavía no hemos aprendido a ejercerla. Desde el discurso nos llenamos la boca hablando de ella, del consenso, los acuerdos, del respeto al otro, pero en la práctica la intolerancia hacia el otro parece gozar de buena salud. Para muestra sólo basta leer los diarios y ver las noticias..
El ejercicio del derecho responsable de expresión que tanto ha costado conseguir hoy parece continuar en el DEBE de la democracia , por responsabilidad tanto de nuestros políticos, como de nuestros dirigentes y propia de cada uno de los ciudadanos argentinos.
“Expresarse” en democracia NO ES SINONIMO de descalificar al otro, considerándolo como un “enemigo”.
Coser, quien ha estudiado las funciones del conflicto social sostiene que la búsqueda de un enemigo externo al grupo aumenta la cohesión dentro del grupo, y la búsqueda de un “enemigo” interno ayuda a mantener la estructura interna del poder, impidiendo que los verdaderos conflictos puedan plantearse dentro del mismo.
Los geniales “Les Luthiers” en una memorable pieza llamada “Himnovaciones”, parodian a un grupo político que busca incorporar al himno de su país un “enemigo” a quien el “pueblo pueda odiar y a quién echar culpas si algo sale mal” y luego, al encontrar un enemigo con quien no se pueden encontrar causas lógicas de conflictos sostienen “total el pueblo qué sabe… ¿si pudimos inventar un enemigo cómo no va a ser posible inventar un conflicto?…
Como ciudadanos tenemos que pensar si no estamos alentando o quedando en medio de “conflictos” aparentes que sólo sirven a los intereses de quienes lo generan.
A 25 años de recuperada la democracia… ¿A quién seguimos culpando de nuestros males?
Hablamos de la posibilidad que nos da la Democracia de contar con canales para expresarnos, sin embargo, cuando tenemos un espacio para ello lo utilizamos como fuente para agredir al otro, al que piensa distinto. ¿Es que acaso no podemos disentir sin agredir? ¿Por qué da la impresión que quien no piensa igual es mi enemigo? .
Luego esos mismos adultos que son protagonistas de estos ejemplos de intolerancia se “rasgan las vestiduras” mostrando su preocupación pública cuando los jóvenes acuden a medios violentos para expresarse y allí salen a los medios exigiendo mayores controles o promoviendo leyes, programas, proyectos, planes, etc, etc que prometen “erradicar tal o cual problemática”.
Es tiempo de dejar de buscar culpables y enemigos y asumir nuestras propias responsabilidades desde el lugar que nos toca actuar en la sociedad, revalorizando la palabra.
Esta palabra que, como forma de relación con el otro de reclamar y de buscar soluciones, hoy está devaluada.
Estos son los ejemplos que hoy reciben nuestros jóvenes y hoy lo reflejan. Decimos los jóvenes son el futuro, una vez escuché una frase que decía los adultos somos el futuro porque los jóvenes nos están mirando. ¿Será que esto que hoy nos moviliza de los jóvenes no es sino el propio reflejo que les estamos dando con nuestros ejemplos? Los jóvenes ya están “hartos” de discursos vacíos de muchos adultos. Hoy nos reclaman que eduquemos con el ejemplo.
En momentos como los que estamos viviendo se hace necesario recuperar el valor de la palabra. Pero recuperar el valor de la palabra supone también recuperar el valor de la escucha, del poder escuchar realmente al otro aún cuando está diciendo algo con lo que no coincido, en pensar que pueden existir múltiples verdades subjetivas y no una verdad única, que se puede trabajar con el disenso, que la lógica binaria (buenos –malos, culpables- inocentes) en estas situaciones no son adecuadas y buscar herramientas para consensuar.
Recuperar el valor de la palabra también significa revalorizar los espacios que desde los diferentes medios se ofrece para expresarse con libertad.
¿Qué estamos haciendo cada uno de nosotros y las autoridades para Educar para la libertad, como lo sostenía Paulo Freire?
A más de un cuarto de siglo de recuperada la Democracia aún tenemos mucho por aprender, especialmente los adultos que estamos dando el ejemplo a nuestros jóvenes y trabajar para revalorizar la palabra y los espacios para que ella circule.
POR DANIEL MARTINEZ ZAMPA
Abogado-Mediador
Mag. En Administración y resolución de conflictos.
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