Angustia, incertidumbre y un poco de humor. Con esa mezcla de emociones –explosiva, para transitar en el encierro de la cuarentena–, esta pareja de siloístas cuentan a Azul Tejada de Página/12 cómo afrontaron la decisión de postergar sus festejos de casamiento ante la llegada del coronavirus al país.
Para reprogramar los pasajes y hospedajes de los invitados, negociar la refinanciación de la fiesta y reestructurar la luna de miel, la gran incógnita sigue siendo la fecha: hay quienes eligen confiar en que a fin de año la pandemia será un mal recuerdo y hay quienes prefieren patear el evento para el año próximo.
“Hubo poco tiempo para la decepción”
Giulietta Padín (53) y Jorge Abella (61) viven juntos desde hace más de 25 años. A principios de febrero, antes de la llegada del coronavirus a la Argentina, la pareja anunció en redes sociales una idea que, para sus seres queridos, resultó tan descabellada como emocionante: el 27 de marzo se casarían ante el registro civil de la ciudad neuquina de Plottier, donde residen desde 2016, y al día siguiente celebrarían la unión con una gran fiesta a la gorra.
Pese a que había apenas un mes y medio de antelación, decenas de amigos y familiares de Buenos Aires, Chile y España confirmaron su participación y corrieron a comprar los pasajes para el que consideraban el gran evento del 2020. La suspensión del casamiento, decidida los primeros días de marzo, fue vivida por Giulietta y Jorge con mucho humor porque, explicaron carcajada telefónica de por medio, “hubo poco tiempo para la decepción”. “Fue todo tan loco y vertiginoso que hay amigos que nos culpan de la pandemia. ¡Dicen que todo esto está pasando porque decidimos casarnos!”, bromearon.
Planes postergados | Mariana y Matías
“La idea de casarnos surgió en febrero, cuando estábamos en el registro civil haciendo los trámites del concubinato”, contó Giulietta. “Teníamos ganas de hacer una fiesta y divertirnos. Reunir familia, amigos y pasarla bien”, explicó. Una vez definida la fecha en el registro civil, comenzó la organización del multitudinario festejo que tendría lugar el 28 de marzo: primero una ceremonia en el Parque Humanista de Plottier, ya que ambos pertenecen al Movimiento fundado por Silo, y luego un gran baile en la ciudad de Neuquén.
“Como no hicimos invitaciones personales sino que lo publicamos en las redes sociales, se empezó a sumar mucha gente y se terminó armando un lío importante. Así que además del salón para 150 personas que habíamos alquilado, estábamos pensando en reservar otro más chico que está justo al lado”, recordó Jorge, aún entusiasmado.
La emoción, sin embargo, duró poco. “A principios de marzo empezaron a aparecer las noticias del virus en Argentina. Después nos enteramos de que mi familia de España no iba a poder llegar a Neuquén porque debía hacer 15 días de cuarentena en Buenos Aires, así que ahí ya empezamos a querer suspender”, contó Giulietta. A los pocos días, la jueza del registro civil los llamó para avisar que a la sala solo podrían ingresar ellos con dos testigos. “¿Para qué nos íbamos a casar si la idea era ser muchos y divertirnos?”, se plantearon entonces.
Aunque la suspensión fue vivida con humor, ambos coincidieron en el dolor de no haber podido reencontrarse con sus seres queridos. “Me da lástima también por los pasajes que habían comprado para venir”, se apenó Giulietta, aunque aclaró que “por suerte la gran mayoría pudo cambiar los vuelos” para octubre, cuando la pareja espera tener una segunda oportunidad.
El festejo, fiel al espíritu bohemio con el que se identifican, era un evento “a la gorra, con choripanes, hamburguesas, pizzas. Cosas de pueblo que rasguña la clase baja/media. Así que había un grupo de WhatsApp que se estaba encargando de ver quiénes traían las pizzas, quiénes las empanadas, etc. Además, habíamos aclarado que no queríamos regalos porque iba a haber espectáculos y preferíamos que el que pudiera poner unos mangos colaborara con los músicos”, explicó Jorge.
Pese a la modalidad cooperativa, la fiesta requería afrontar ciertos gastos para los cuales la pareja había optado por sacar un crédito. “Al final, nos terminó sirviendo para afrontar la cuarentena, porque como yo no podía laburar íbamos a estar complicados”, admitió Jorge, que vende cartelería y productos gráficos. A su compañera, que trabaja de maestra, la cuarentena también la sorprendió laboralmente: “Es gracioso porque para esta época yo iba a estar casada y jubilada. Con el confinamiento se suspendieron los trámites de la jubilación y acá sigo: soltera y trabajando todo el día”, concluyó Giulietta entre risas.