Cuando en el año 89, Gerardo Ariel Notcovich partió desde Rosario hacia Israel para doctorarse en Física nunca imaginó las puertas que se le abrirían poco tiempo después. Cuando en el año 89, Gerardo Ariel Notcovich partió desde Rosario hacia Israel para doctorarse en Física nunca imaginó las puertas que se le abrirían poco tiempo después. Apenas llegó, sufrió el primer cambio inesperado: tuvo que utilizar su segundo nombre en ese país porque el primero era impronunciable para los israelíes. Eso no impidió que en su paso por la Universidad de Tecnion diera los primeros pasos de un ambicioso proyecto: el desarrollo de un biochip para medir hasta 40 reacciones biológicas a la vez, un producto ideal para la industria farmacéutica. Y también de gran valor porque la competencia, con base en el norte de Europa, sólo puede hacer al día de hoy 3 testeos a la vez.
Siempre en Israel, Notcovich presentó el producto a un empresario de la industria biotecnológica local, quien lo puso en contacto con una multinacional de EE.UU., Bio-Rad Laboratories, que comercializa equipos para la industria biotecnológica. A partir de allí, la proyección del producto ideado por el rosarino dio un gran salto. En el año 2000 la firma invirtió u$s1 M para que Notcovich y un equipo de 4 científicos desarrollaran el biochip. Hasta la fecha, Bio-Rad ya destinó u$s6 M y en estos días se está cerrando la absorción total de la empresa de Notcovich, llamada ProteOptics.
“El producto se va a empezar a comercializar este año y entrar con Bio-Rad en el mercado nos abre muchísimas puertas”, contó Notcovich.
La multinacional, con base en California, comercializa sus productos en otros 40 países, factura u$s1,2 M al año y cotiza en el Nasdaq estadounidense.
La industria farmacéutica es uno de los mercados más importantes para el producto de ProteOptics, por lo menos, en un primer momento. También será utilizado para control de calidad en la industria biotecnológica.
“En realidad, puede tener millones de utilidades, e incluso podemos desarrollar un producto que responda a la demanda puntual de un empresario”, añadió el científico. A través de este chip no sólo se pueden testear medicamentos, sino también generar nuevos productos. “En la industria farmacéutica el tiempo es oro”, analizó Notcovich, y argumentó: “Para hacer un producto se demora hasta 8 años. Este biochip les va a permitir agilizar mucho la etapa de las pruebas”.
Por otra parte, en la planta de ProteOptics en Israel -situada en el campus de la Universidad, donde trabaja un equipo de 40 personas al mando de Notcovich- están desarrollando la línea completa de éstos biochip, uno más económico y el otro de alta gama. “El producto que sale a la venta este año es sin dudas para el mercado premium, tiene casi todos los chiches”, garantizó el titular de la firma. El biochip actual tendrá un costo de u$s200, pero para poder ser utilizado requiere del equipo que lleva adelante el proceso, que cuesta unos u$s250 mil.
A la hora de evaluar su experiencia, Notcovich dijo que “es necesario llevar la idea de los laboratorios al mercado, porque muchos científicos se quedan en la nada porque les falta el ‘push’ para llegar”. El análisis coincide con uno de los debates actuales más fuertes en el Parque Científico-Tecnológico rosarino.
Fuente: PuntoBiz