El peregrinaje y veneración del Santuario del Señor de Qoyllur Riti es reconocido como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad y se celebra en el mes de Junio, 58 días después de la Semana Santa
El peregrinaje y veneración del Santuario del Señor de Qoyllur Riti es reconocido como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad y se celebra en el mes de Junio, 58 días después de la Semana Santa.
Foto: El Comercio
Esta semana, como todos los años, acaba de celebrarse la festividad religiosa más importante de las naciones andinas de Sudamérica. El peregrinaje y veneración del Santuario del Señor de Qoyllur Riti es reconocido como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad y se celebra en el mes de Junio, 58 días después de la Semana Santa.
Este año reunió a más de 100,000 fieles que peregrinando durante seis días, durmiendo bajo la luna, conviviendo con su comunidad, adorando cada una de las nueve cruces que llevan al Santuario, a los pies del nevado de Ausangate (Qolqe Punku), provincia de Quispicanchi, en el Cusco, a más de 4,600 metros sobre el nivel del mar, esperan largas colas para estar presente ante la imagen en el templo.
En el final de la fiesta los enmascarados Pabluchos, después de hacer gala del manejo del látigo, iniciarán el ascenso a la cumbre nevada para ofrendar la cruz que cargaron durante la semana y esperar la salida del sol para adorarlo.
Es un tiempo lleno de actos de pedido, de oraciones.
Toda la peregrinación tiene motivos e intenciones lanzadas a los apus, los dioses que nos rodean y protegen. El esfuerzo de participar en el evento y los testimonios sentidos de los peregrinos atestiguan la importancia que tiene para sus vidas.
Y estos pedidos están acompañados de actos y conductas que por similitud provocarán su cumplimiento y apoyarán la fe en la certeza de su realización.
Así, en este período donde todo es posible, se hacen todo tipo de transacciones simuladas: se compran casas y camiones, animales y fundos, en puestitos donde alguien hace las veces del vendedor a cambio de papeles de periódico que simulan dinero; se toma el agua helada de los riachuelos para curarse de diversos males; se compran objetos de miniatura que representan lo que debiera convertirse en realidad; se hacen pagos a la tierra para futuros bienestares; se celebran matrimonios entre desconocidos para conseguir pareja al retornar a su tierra.
Y cada año, con el crecimiento de los peregrinos, con esta multi-diversa expresión cultural, se reafirma un sentimiento religioso, una sensibilidad que presiente que todo lo que sucede en la tierra y los cielos está conectado, y que es posible (y bueno) acceder a los dioses.