Un trabajo editado por el CAR compila más de cien producciones. Pablo Rodríguez Jáuregui habla de “40 años de dibujos animados rosarinos”.
Dibujante de cómics y animador, Rodríguez Jáuregui recuperó animaciones de los años 60. |
En Rosario, al menos, todo empezó con Luis Bras y sus primeras animaciones artesanales. Cuarenta años más tarde, esos trabajos y gran parte de los que vinieron después se pueden conocer de un tirón gracias al trabajo de Pablo Rodríguez Jaúregui, discípulo de Bras en los años 80 y uno de los realizadores de dibujos animados más preocupados en reunir el material que se produjo en la ciudad. 40 años de dibujos animados rosarinos tiene varios objetivos, por un lado reunir la producción local y, al mismo tiempo, poner en perspectiva una tradición.
El resultado es una edición de dos DVD que compila toda la producción animada rosarina durante estos 40 años. Desde los inicios de la animación independiente en Rosario hasta la actualidad, el DVD doble reúne siete horas de producciones conocidas y también de algunas rarezas. Esta edición, que contiene más de 100 cortometrajes, no está a la venta y será el Centro Audiovisual Rosario CAR –que apoyó la edición del trabajo–, el encargado de distribuir las 200 copias entre instituciones y particulares interesados en los dibujos animados independientes (escuelas de cine y artes visuales y diseño, bibliotecas y videotecas, centros culturales).
40 años de dibujos animados rosarinos incluye desde viejas publicidades de firmas de la ciudad que promocionaban sus productos en los canales locales (la agencia Camilo Serbali produjo cerca de 300 publicidades entre las que se encuentran personajes clásicos como el avestruz de Radicura –una marca de la época–, el gauchito de Paladini y el fúlmine de Desinfectal, en las que pueden verse animaciones de Bras) hasta las últimas producciones de autores como Diego Rolle, Esteban Tolj, María José González, Luis Lleonart y el “Niño” Rodríguez, entre otros. Rodríguez Jáuregui conversó acerca de la edición de este trabajo.
—La historia comienza con Bras…
—En los hechos, Rosario cuenta con una tradición en la producción de cortometrajes de animación “independiente” desde mediados de los años 60. Y Bras fue sin duda el pionero. Fue mi maestro cuando llegué de Santa Fe a estudiar a Rosario y en su taller empezamos a descubrir el oficio. Cuando murió, con Esteban Tolj abrimos El Sótano, en el sótano donde Bras trabajaba y ese lugar fue una especie de usina que concentró a dibujantes e ilustradores interesados en incursionar en animación.
—Y ustedes fueron los que tomaron la posta.
—En el 84 yo me convierto en alumno de Bras y ahí se arma el grupo Nibelungos con Esteban Tolj y Mariana Wenger. Entre el 84 y el 86, hicimos siete cortos animados en Súper 8 y en distintas técnicas. Estos cortos, que también eran copias únicas como las que hacía Bras, circularon por festivales nacionales y muestras locales. Pero todo no fluyó tan rápido porque alrededor de 1988 el simpático formato de Súper 8 falleció. La producción de dibujos animados sin dinero se complicó y algunos intentaron la penosa tarea de editar cuadro a cuadro dibujos filmados en cassettes U-Matic para fragmentos de videoclips locales del 88 y 89.
—La historia cambia en los 90.
—Sí, ahí cambia mucho la historia. Recién entonces aparecieron en Argentina las primeras computadoras con aplicaciones gráficas y la posibilidad de disparar animaciones 2D en tiempo real (en baja resolución y 16 colores). Allí arranca otra historia.
—Y en esa historia tan prometedora, ¿la televisión era un lugar donde mostrar su producción?
— Hubo acercamientos. Lo intentamos varias veces, pero nunca llegamos a nada. Tuvimos muchas reuniones con gente de la MTV, de Videomatch, pero nos pedían un ritmo de producción que estaba muy lejos del que nosotros le ponemos a nuestros trabajos. Con el tiempo, nos dimos cuenta de que la animación que nosotros hacemos es lo que se dice independiente y, por lo visto, así seguiremos.
—¿El programa “Caloi en su tinta” fue entonces una excepción?
—Fue el único lugar que mostraba nuestra cosas y además nos pedía colaboraciones. Estaban interesados en difundir animaciones “de autor” y, sobre todo, producciones locales. Fue, sin duda, un foco de motivación para los animadores argentinos.
—En los últimos años hubo trabajos colectivos.
—Sí, nos juntamos con dibujantes e ilustradores de la ciudad como Florencia Balestra, Luis Lleonart, Max Cachimba y Silvia Lenardón o Chachi Verona, que se acercaron al taller para experimentar combinaciones entre ilustración, historietas y animación. De este grupo surgieron proyectos como The Planet, 6 canciones y Dibujos mudos. Gracias al músico Fernando Kabusacki editamos trabajos en Japón que, obviamente, son carísimos. Así que nosotros tenemos copias truchas de nuestros propios trabajos.
Fuente: diario EL Ciudadano & la región – Cecilia Vallina
Foto de archivo: Daniel Dapari