Este artículo comienza con deficiencias. En su título, la palabra “mentación” tiene un carácter absolutamente críptico, cuando no inexistente. ¿Se refiere el autor a algún sabor o aroma producido por la planta homónima o a una cualidad parapsicológica tan cara a los mentalistas de todos los tiempos?
Pues nada de ello. La mentación, según es usada aquí, se refiere a un escenario de imágenes en la propia conciencia que predispone a dirigir la atención y las acciones a determinados fenómenos. Esa predisposición puede hacer surgir o subrayar la importancia de ciertos acontecimientos que coinciden con ella, pero lo esencial es que uno traza así determinadas prioridades para sus acciones.
Por ejemplo, si imagino qué bueno sería encontrar a viejos amigos que no veo hace tiempo y, de repente, aparece alguno de ellos. O estoy tratando de resolver algún tema que me produce inquietud, y poco después, sin forzar, se presentan nuevas posibilidades para lograrlo.
Los ejemplos cotidianos son incontables, y cada uno puede encontrar en sí mismo experiencias que lo afirmen.
Este auto-esclarecimiento sobre la jerarquía que uno se propone dar a ciertas acciones o advenimientos a través de sus imágenes, es ya en sí mismo y más allá de cualquier resultado emergente, un beneficio significativo.
A la inversa, la falta de definición sobre “en lo que uno está” mentalmente, puede hacer desperdiciar un sinnúmero de experiencias y oportunidades. Como un tren que pasa de largo porque uno llegó muy tarde a la estación por alguna distracción.
Por otro lado, comprender la potencia de “mentar” en algo, evidencia la íntima relación existente entre la conciencia humana y el mundo externo, aspecto este poco ponderado en las corrientes que pretenden solo la existencia de un mundo “objetivo”, exclusivamente objetal o material.
Negar la excelencia de la conciencia humana y el direccionamiento que genera en su producción de imágenes es no solo absurdo, sino contraproducente. Condena al ser humano a ser apenas un esclavo de condiciones mecánicas externas y lo que es aun más preocupante, lo exime de su acción transformadora.
Aforismos y pedidos
Existen, desde tiempos remotos, “acciones mentales” envueltas en mantos culturales diversos que ayudan en la dirección comentada.
Es el caso de los aforismos, máximas que configuran situaciones o aconsejan conductas y, que en su repetición atraen acciones en ese sentido. Más poderosos son aun esos aforismos cuando se repiten con la fuerza emocional de la convicción o la fe.
Muchos de estos mecanismos de conciencia pueden encontrarse en los refranes, moralejas y proverbios, hasta llegar a los férreos preceptos instalados por las distintas religiones en diferentes espacios y tiempos históricos.
Otro tanto ocurre con los pedidos, oraciones, plegarias o invocaciones, que imbuidos de devoción, necesidad o ambas a la vez, las personas dirigen hacia determinadas imágenes. Estas pueden corresponderse con entidades consideradas sagradas o simplemente en actos de solidaridad y compasión hacia otros seres humanos en situación de dificultad. En ambos casos, la expresa formulación de lo que íntimamente se desea, concentra y dirige la energía psicofísica de manera precisa.
De la mentación a la acción
Para evitar malentendidos habituales, no se sugiere con estas reflexiones simplemente “mentar” y quedarse inmóvil esperando que las situaciones mejoren o se resuelvan por solo representarlas en la propia conciencia. Dicha interpretación errónea es generada por ciertos hábitos maniqueos instalados – también desde antiguo – que promueven la idea de la exclusión o el antagonismo entre proposiciones diferentes, que pueden perfectamente complementarse.
Para ser más claros, lo que se dice aquí es que “mentar” en ciertas imágenes, es facilitar, habilitar, colocarse en situación propensa a que determinadas condiciones ocurran, para entonces resolverse a actuar decididamente en la dirección anhelada.
Pasar a la acción, hacer atenta- y cuidadosamente lo necesario, poniendo lo mejor de sí, es finalmente imprescindible.
Tal como las dificultades no desaparecen de forma automática o mágica, tampoco es absolutamente predecible el efecto final de la acción. Por lo que lo más aconsejable puede ser abocarse a la existencia mentando y actuando con dirección en la vida, sin encadenarse al resultado que se obtenga.
Mentación, dirección y acción colectiva
Tremendamente poderoso es el impacto que produce la mentación y la acción de un conjunto en una dirección determinada. Cuanto más definida y brillante sea la claridad, fuerte y profunda la convicción y permanente la persistencia del colectivo, mayor será la magnitud en sus efectos.
Queda a las claras que no es en lo más mínimo indiferente el tipo de imagen que se proponga socialmente. Por el contrario, es de fundamental importancia.
Si por ejemplo lo que se promueve es el individualismo, la competencia, el rédito personal e inmediato como único objetivo de vida, lo que se obtiene es un mundo cruel. Si, a la inversa, la mentación de una colectividad se dirige hacia la cooperación, la colaboración y la compasión entre las personas, entonces parte del camino hacia un entorno más favorable para la evolución humana, estará sembrado adecuadamente.
Incidir persuasivamente y no cejar en ese intento es hoy una tarea primordial.
Javier Tolcachier
Nota Original en: PRESSENZA.COM