No reconocer la magia del momento presente puede ser un delito contra nuestra humanidad.
En mi reciente artículo, «Del desarrollo personal al desarrollo humano», exploré el desequilibrio entre nuestro crecimiento interior y el enfoque implacable de la sociedad en la actividad externa. Uno de los mayores obstáculos para el desarrollo humano genuino hoy en día es el alto nivel de negatividad con el que nos encontramos a diario.
Como editor, recibo regularmente colaboraciones de autores occidentales. Muchas de ellas se centran en temas como la corrupción política —incluso entre los líderes progresistas—, el control tecnológico, la guerra cognitiva, el genocidio, las alarmantes previsiones climáticas («solo quedan tres años para evitar lo peor») y la persistente y mortal hipocresía de Europa. La lista continúa, y cada entrada es más urgente que la anterior.
En conjunto, estas propuestas parecen estar construyendo una cultura contrarrevolucionaria, definida más por la resistencia que por la creación. Pero si nuestro objetivo es un cambio verdadero, debemos cultivar una visión positiva del futuro. Debemos reconocer los avances que se han logrado y reorientar lo que se ha desviado. Cuando la gente protesta hoy en día, ¿sigue creyendo que es posible un mundo nuevo, o simplemente expresa su desesperación por el mundo actual?
La negatividad genera negatividad. El pensamiento nihilista atrae acciones negativas, que provocan reacciones negativas y, en última instancia, empoderan a líderes dañinos. En esencia, nuestra crisis está en nuestras cabezas: se trata de cómo percibimos el mundo y cómo respondemos a la adversidad.
Paradójicamente, estamos viviendo uno de los períodos más extraordinarios de la historia de la humanidad, pero muchos de nosotros estamos deprimidos y paralizados.
Por otro lado, también recibo artículos procedentes de Asia con titulares como «Mobile, UPI y la IA impulsan la evolución digital del turismo en la India», «Roshan Shrestha: la voz de las colinas que está cambiando el periodismo digital nepalí» y «La «diplomacia del mango» de Bangladés para endulzar las relaciones con la India». No se trata de historias de éxito ingenuas, sino de relatos sobre el esfuerzo, la transformación y las posibilidades.
La corrupción de la mente es uno de los ataques más violentos a la dignidad humana. Hoy en día, existe una profunda desconexión entre nuestros pensamientos y nuestra experiencia vital. Muchos de nosotros recibimos más de lo que necesitamos, pero aún así sentimos que no tenemos nada. Si no somos capaces de gestionar nuestros pensamientos, nuestra concentración, nuestra atención y nuestros puntos ciegos, ninguna política ni avance médico podrá salvarnos.
¿Dónde está nuestro respeto por la experiencia humana? ¿Acaso construimos miles de años de civilización solo para rendirnos ahora a la desesperación? ¿Para qué sirven nuestras culturas, idiomas y canciones, si no es para nutrirnos? ¿O se han ahogado en el ruido de nuestras vidas «exitosas»?
¿Es realmente tan difícil acceder a la alegría? ¿Se ha convertido la felicidad en un recuerdo extraño y lejano? ¿Cuándo fue la última vez que fuiste verdaderamente feliz?
Cambiar el rumbo de la vida puede comenzar con algo tan simple como cambiar aquello a lo que decidimos prestar atención.
David Andersson
Nota Original en: PRESSENZA.COM