No sé qué edad tendría el panadero John Farymor en 1666, en Londres, pero ya había conseguido, en su por entonces humilde oficio, unas glorias de persona mayor: era quien proveía de pan al rey Carlos II.
John Farymor se fue a dormir después de un día trabajoso; su hogar ocupaba el piso de arriba de la panadería.
No sé qué sueños tuvo, pero en sus sueños nadie le recordó que había dejado ardiendo en la panadería, por descuido, una llama, y que el 2 de setiembre de 1666 ésta daría comienzo al mayor incendio de que se tenga memoria en Londres.
Llamado el Gran Incendio de Londres, desaparecieron en sus fuegos apocalípticos 13.000 viviendas -número mayor para la época-, y 87 iglesias más tiendas instaladas en el Puente de Londres. Además llegó hasta los centros financieros en Southwark, El Guildhale y el Royal Exchange; sólo cenizas quedaron de ellos.
Y en la Catedral de Saint Paul las piedras estallaron y desenterraron a todos sus muertos, que descansaban allí desde hacía siglos. El plomo derretido del techo catedralicio corrió por las calles como la lava de un volcán, pero la mayor parte de la gente hizo tiempo para escapar, desolada y empobrecida, pero viva.
Fueron días de Fuego, literalmente: domingo, lunes, martes, miércoles, hasta que demasiadas cosas se convirtieron en ceniza, la llama se apagó, y hubo que comenzar a construir todo de nuevo.
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agradecemos el envío de este texto al lector Daniel León