Un rosarino aficionado a la astronomía descubrió una supernova, un fenómeno único en la historia de esta ciencia que hoy es festejado por la comunidad científica mundial.
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¿Es la astronomía un juego de niños? Cualquiera, no precisamente los astrónomos, diría que no. Sin embargo, cuando se conversa con Víctor Buso, el rosarino que descubrió la supernova que lleva por nombre SN2016gkg, un fenómeno único en la historia de esta ciencia, lo que desborda en su cara agotada por una maratón de entrevistas es su sonrisa de niño contento porque encontró la figurita difícil o el juguete que nadie tiene. Buso trabaja como cerrajero. “Soy cerrajero, mi padre lo era y yo continué su oficio”, dice, y agrega sin que la sonrisa se apague: “Hace un par de días que no trabajo porque estoy atendiendo a la prensa de todo el mundo; vamos mal porque vivo de eso”.
El descubrimiento data de septiembre de 2016, cuando probaba una nueva cámara instalada en su telescopio y descubre los primeros instantes de la explosión de una estrella, que no era otra cosa que el nacimiento de una supernova.
Atracción fatal
“A la tardecita, cuando regreso de la cerrajería vengo carpeteando el cielo y si lo veo estrellado y límpido me entusiasmo, saludo rápido a mi familia y subo a la cúpula para observar”.
La curiosidad de Buso es temprana, aparece cerca de los once años, jugando con lupas en la habitación de una casa que tenía su familia como toda vivienda, y no cesó, porque ahora con 58 la siente como una atracción irresistible. Hacia fines de los setenta, construyó un observatorio junto a otros aficionados en el colegio Cristo Rey, con quienes descubrió una estrella variable en la constelación de la Cruz del Sur.
“La observación astronómica es un estado de ánimo: así como el cielo debe estar despejado, uno también debe estarlo”, confía Buso. “Hace ocho años vendí un terreno y decidí construirme un observatorio astronómico en mi casa al que llamé Busoniano”, cuenta acerca de ese espacio que le permite consumar la aspiración, que ahora lo puso ante los ojos del mundo. “No soy un astrónomo frustrado; es que nunca me gustaron las matemáticas, entonces nunca podría haberme dedicado profesionalmente a la astronomía. Pero estas cosas me hacen sentir feliz.
Cuando llego cansado de trabajar y tengo la viruta de las llaves pegada a la piel no me queda otra que bañarme y acostarme, pero siento que es una noche que pierdo”, asegura con esa sonrisa que no se apaga y lo transmuta muy probablemente a su infancia.
“Dicen que como cerrajero abrí una puerta al conocimiento sobre cómo nace una supernova, porque nadie había visto un nacimiento tan temprano; ahora estoy obligado a transmitir lo que encontré”, explica Buso su nuevo estatus, y ya amagando otra sonrisa y como si descubriera la táctica de un juego: “Lo mejor es esperar el momento para robarle a un asteroide; creo que yo tuve mucha suerte, suerte orbital le llamo. Cuando perdí algún aparato de medición porque se dañó, me puse a llorar porque no podía reponerlo: la tecnología es muy cara”, confía Buso.
Lupas y envases de lata
Hoy el cerrajero rosarino que descubrió la supernova recibirá a la intendenta Mónica Fein. Su teléfono no para de sonar, los mensajes de Whatsapp tocan ininterrumpidamente su ringtone y el observa sin la obsesión que aplica en su cúpula pero decidido a atender a todos quienes quieren conocer algo más de su vida hasta hace un par de días anónima. “No cabía en mi alegría cuando descubrí esto, porque me di cuenta que desde pequeño, desde que apuntaba al cielo con mi improvisado telescopio hecho con envases de lata y lentes de lupa pegados con plastilina, me había preparado para encontrar alguna vez algo distinto en esta ciencia hermosa que es la astronomía”, cuenta Buso.
Apoyada en el llano de una puerta, en el pequeño hall de una casa cómoda pero nada ostentosa, su mujer, una maestra de escuela primaria, mira a Víctor con complicidad. Se la nota feliz: fue ella quien atendió la puerta con una sonrisa parecida a la de su marido.
Los dos subirán después a la azotea donde está el observatorio fabricado por el propio Buso. Un gato negro y blanco custodia su puerta. Parece extraño que un observatorio esté en una terraza, allí nomás, en un barrio de zona sur y que desde ese lugar un cerrajero aficionado a la astronomía haya descubierto una supernova. “No hay muchos observatorios de este tipo en Rosario; ahora una chica joven que participa de los encuentros que tenemos quienes nos dedicamos a esto está haciéndose uno en su terraza, y desde estos lugares y con nuestros pequeños instrumentos podemos encontrar cosas nuevas para la astronomía”, dice Buso.
A la terraza donde está el observatorio se sube a través de un par de escaleras algo empinadas que comunican diferentes cuartos. En el último está el observatorio, un verdadero dechado de invención artesanal pero con las características de cualquier recinto de uso profesional. Es que Víctor es muy hábil con las manos y no le faltan conocimientos de diseño y herrería.
Es él quien lleva adelante la construcción de estos espacios, al menos en lo que tenga que ver con esas habilidades específicas. La cúpula es de chapa, redonda, con una ventana que irá tomando distintas porciones del cielo según vaya girando mediante un sistema de mando a distancia, similar al que se usa para abrir portones. La sensación para quien está como invitado es de asombro, porque puede imaginarse cómo el cielo irá mostrando sus partes y todo lo que en él se mueve.
En el centro, imponente como un caballo de Troya, se alza el telescopio, que tiene incorporada una cámara digital para uso astronómico con la que Buso detectó los movimientos que lo condujeron a su hallazgo. El fotógrafo le pide a Víctor que se ubique en distintas posiciones. Cerca de su telescopio, asomado al espacio que produce la ventana de la cúpula.
Se lo ve como un monarca mostrando el reino donde consuma sus rituales. Un reino de unos pocos metros donde establece un diálogo visual con las galaxias y los asteroides. “Luego de descubrir la supernova cerré el telescopio y dejé la cámara en foco.
Después me dediqué a ver los resultados de mi descubrimiento hecho por los grandes telescopios del mundo. En lo primero que pensé es en buscar astrónomos argentinos que quisieran estudiar mis imágenes”, dice Víctor, y su cara vuelve a resplandecer, tal vez en la misma forma que cuando su padre lo levantó una mañana de 1970, antes de que asomara el sol, para ver juntos el brillante cometa Bennet, o como cuando su madre lo recostó en un sillón para ver a Neil Amstrong pisando la Luna.
Imágenes increíbles
Los argentinos Melina Bersten y Gastón Folatelli, científicos del Instituto de Astrofísica de La Plata, Federico García, del Conicet, y Omar Benvenuto y Mariana Orellana, de la Universidad Nacional de Río Negro, estudiaron el descubrimiento de Buso. Las imágenes del cerrajero resultaron increíbles y otros observatorios empezaron el seguimiento desde temprano.
Monitorearon la supernova y estudiaron su evolución porque era un fenómeno sobre el cual muchos científicos dudaban de su existencia. Hoy todo eso se publica en la prestigiosa revista científica británica llamada Nature. Los argentinos, junto a colegas de Estados Unidos y Japón, son los autores del trabajo. También están las firmas de Buso y de su amigo José Luis Sánchez, otro aficionado a la astronomía.