SEÑOR MINISTRO DE SEGURIDAD: NO DESPERDICIEN LA OPORTUNIDAD…
SEÑOR MINISTRO DE SEGURIDAD: NO DESPERDICIEN LA OPORTUNIDAD…
Nadie pone en dudas la honestidad y buena voluntad del Sr. Ministro para intentar poner freno a esta verdadera orgía de robos y asesinatos que padecemos los bonaerenses a manos de una delincuencia agrandada por la sobreprotección del propio estado.
Lo que nos preocupa en gran manera es la posibilidad de que una vez más, por seguir negando las verdaderas causas de este flagelo, se elaboren diagnósticos irreales o parciales que conduzcan a despilfarrar el enorme esfuerzo humano que se impondrá a los uniformados y el dinero público que se afectará.
En los últimos 15 años fueron muchos los planes delineados por supuestos expertos en seguridad. Salvo casos aislados de algún municipio y por tiempo acotado, en general todos fracasaron. La razón es simple: nunca les interesó verdaderamente el abordaje de este asunto de manera seria, como una cuestión de estado.
Como era de esperar luego del revés sufrido el 11 de agosto ppdo. y ahora que se avecinan las elecciones legislativas, a algunos dirigentes les invade la preocupación por la seguridad de los contribuyentes. Y es notable, y preocupante, comprobar a partir de la movilización de fuerzas de seguridad extrañas a la provincia y de algunas manifestaciones públicas de funcionarios del más alto nivel, cuanto desconocen del tema y como se alejan cada vez más de la posibilidad de hallar una solución verdadera para sus conciudadanos, a pesar de las mejores intenciones que seguramente los guía.
Desde nuestra Asociación Profesional de Policías de la Provincia de Bs As haremos nuestro aporte, absolutamente sincero. Y sería una verdadera pena que nuestra clase dirigente en general, en especial los hombres de la política, no adviertan la relación directa y determinante que las cuestiones a detallar tienen con el producto final del trabajo policial, que es la seguridad pública.
Estas líneas no pretenden imponerse como la verdad absoluta. Es apenas un intento por interpretar y trasmitir, de manera muy sintética, el sentir de muchos compañeros en actividad y retirados., para ser puestos a su consideración.
No vamos a reiterar ahora el verdadero desastre que significó para la seguridad pública la reforma, y las posteriores reformas de las reformas, que los distintos gobiernos inspirados por León Arslanián hicieron de la Policía de la Provincia de Buenos Aires. Usted lo sabe perfectamente. Todos sabemos que fue destrucción y caos.
Consecuencia de aquella malformación e indisciplina fueron los hechos gravísimos como la masacre de Ramallo; la muerte de Kostequi y Santillán; el homicidio de un joven platense a bordo de un patrullero; el asesinato del abogado Cristian Vázquez y muchos episodios más, ocurridos desde que se puso en marcha la reforma en diciembre de 1997. Fue el mismo método ineficiente del Dr. Arslanián el promotor de episodios lamentables para una sociedad que se precie de civilizada, cual es procurar la justicia por mano propia, como suelen hacerlo vecinos descontrolados, insatisfechos de seguridad y de justicia; que linchan sospechosos, incendian sus casas o destruyen sus bienes ante la mirada imperturbable de los policías.
Ahora pretenden la creación de Policías Municipales. Por enésima vez reiteramos: Esta dispersión de policías, como es la Policía Municipal no es viable. No deberían adherir a semejante propuesta; simplemente porque no funciona ni funcionará en nuestra realidad argentina. No mientras en nuestro país la asignación de recursos, sean estos humanos, logísticos o presupuestarios –entre otras cosas-, se administre con la lógica de la politiquería barata y mezquina que tienen algunos como estilo de gobernar.
A nosotros también nos gustaría una policía municipal o comunal como en Alemania, si fuéramos un pueblo con la idiosincrasia del pueblo alemán, claro. O como en EE.UU., pero con una población como la norteamericana, con todos los derechos de esos policías y todas las obligaciones del estado para con ellos; además con los sueldos de aquellos servidores que hacen lo mismo que los de acá y con menos riesgo; porque en esos países, el uniformado no arriesga la vida hasta dos o tres veces con el mismo delincuente, en un solo año, como ocurre en nuestra provincia.
Por otra parte, la policía –como las demás organizaciones de nuestra sociedad- no tiene para sus necesidades una generación de hombres y mujeres extra planetarios. Venimos de la sociedad que tenemos, a mi juicio enferma, cuyos hijos no escapan a las influencias producto de los desequilibrios y desajustes sociales, económicos, políticos, éticos y de desarrollo que desde hace ya tantos años perturban nuestro país.
Entonces se me ocurre que sería prioritario empezar un cambio verdadero y sostenido a partir de otra área de la administración como es la educación básica y la educación secundaria; solo así podremos construir una sociedad sana, semillero de ciudadanos y dirigentes decentes. Solo entonces podremos pensar en policías comunales conducidas por dirigentes políticos locales, producto de ese tipo de sociedad, sana, exigente y responsable.
Mientras no se produzca un cambio sustancial en la sociedad toda, la fuerza policial, en nuestra opinión, debe ser una sola, extremadamente disciplinada y con una conducción estratégica centralizada a nivel provincial, como fue históricamente, con un óptimo rendimiento, a pesar de las serias filtraciones de corrupción que presenta –y presentó y presentará siempre-, claramente provocadas desde afuera de la organización. En este punto coincidimos que es urgente producir cambios drásticos, pero contando para ello con los propios miembros de la institución, que son la inmensa mayoría decentes, conocedores además de donde están cada uno de los problemas a solucionar. Luego elaborar una política de seguridad vigorosa y sustentable, extensamente debatida y consensuada también con los integrantes de la fuerza policial, quienes deberán llevarlas a la práctica. Como en los EEUU, se debería procurar siempre el apoyo de la fuerza para sus disposiciones, planes y procedimientos, antes de ponerlos en vigencia, porque imponer al policía procedimientos que no estén dispuestos a aprobar y aceptar, casi siempre da por resultado un fracaso. Partiendo de la premisa que “no existe policía eficiente que cueste poco…” La seguridad es de un alto costo, en todas partes del mundo.
Solamente se requiere voluntad política. El dinero existe. Solamente con la mitad de las pérdidas que registra Aerolíneas Argentinas se podría optimizar la institución policial en su conjunto y llevar a la práctica un plan de seguridad serio y sustentable en el tiempo. A lo que se podría sumar el dinero que las municipalidades están dispuestas a invertir en las propuestas policías municipales, que obviamente habría que descartar.
Una medida eficaz de prevención será atacar fuertemente a la logística del delincuente. El automóvil, el armamento y demás pertrechos, como la droga debe considerarse elementos necesarios para el delito. A tal fin debería legislarse urgentemente, por ejemplo:
“No podrá ser beneficiado con excarcelación, libertad anticipada ni reducción de condena, el convicto que para cometer el delito utilizare un automotor sustraído con el uso de armas, independientemente que haya sido no el autor del mismo”.
“No podrá ser beneficiado con excarcelación, libertad anticipada ni reducción de condena, el preso que al momento de cometer el delito portare o utilizare un arma de guerra, explosivos o pertrechos tipificados como de guerra (chalecos anti bala, blindajes, etc.)”
“No podrá ser beneficiado con excarcelación, libertad anticipada ni reducción de condena, el preso que al momento de cometer el delito hubiese estado, de cualquier manera, bajo los efectos de drogas” (Es sabido que muchos roban para drogarse, pero los delincuentes se drogan para robar, porque ello los hace más decididos, se animan a más y fundamentalmente se ponen más agresivos y más violentos)
“No podrá ser beneficiado con excarcelación, libertad anticipada ni reducción de pena, el condenado que para evitar su detención o lograr impunidad del delito perpetrado, cometiere atentado o resistencia a la autoridad contra integrantes de la fuerza pública, aún sin ocasionarle lesiones”.
También es imprescindible reorganizar la carrera policial. La misma se ha convertido en una competencia desigual, en la que no pocos acomodados y trepadores ascienden inmerecidamente. Los méritos producto del trabajo pasaron a ser secundarios. De esta manera, los buenos policías que son la mayoría, habitualmente sienten despreciado su esfuerzo y buena conducta, como así frustradas sus expectativas legítimas de asensos y progreso, por obra de los alcahuetes amigos del poder, consentidos por funcionarios mediocres a los que poco y nada les interesa, ni la vida de la institución ni la seguridad de los ciudadanos. El esmero por el trabajo, el afán de superación y el culto a la virtud que debe predominar en el personal, entró en un cono de sombras.
En los discursos públicos se habla en abstracto de la inseguridad; de la profesionalización de los policías; de los medios logísticos; de que tienen que estar bien pagos; de la organización; de la conducción; de echar a los malos; etc. Etc.
Sin embargo anticipamos que la mejor profesionalización que imaginen; los mejores patrulleros y pertrechos; los mejores sueldos; los mejores planes operativos; la mejor política de seguridad que se pueda elaborar; el armamento más sofisticado que se les provea; todo, absolutamente todo servirá para nada si se sigue ignorando las necesidades de los hombres y mujeres de carne y hueso que componen la fuerza. Es interminable la lista de necesidades e injusticias y abuso de poder contra los ciudadanos policías. Ni hablar de la discriminación salvaje, como por ejemplo frustrarle la carrera a quienes no habían terminado estudios secundarios.
Y a este respecto digo, sin temor a equivocarme, que se podría escribir varios libros sobre la decencia; la solidaridad; la lealtad con la sociedad; el sacrificio; el coraje; la capacidad para el trabajo policial y las acciones heroicas de muchos hombres y mujeres sin estudios secundarios que integraron o integran nuestra policía.
En cambio difícilmente se puedan llenar dos renglones con similares méritos los profesionales civiles que han incorporado a la policía como solución a todos los males.
A propósito, también vale la pena recordar que los peores asesinos; los más corruptos y traidores a la patria, que se sirvieron y se sirven del dinero del estado; que degradaron y degradan la calidad de vida de todos los argentinos, todos tienen estudios secundarios completos y hasta universitarios con currículos que deslumbran. Y no son policías, dicho esto con legítimo orgullo.
Los miembros de las policías de la provincia de Buenos Aires no tienen más nada que demostrar acerca de la lealtad con el compromiso asumido y la buena predisposición para el trabajo en beneficio de sus conciudadanos, como de la tolerancia demostrada ante la injusticia. Han hecho y hacen diariamente méritos suficientes para merecer el respeto de vecinos y dirigentes, como así la atención de sus necesidades por parte de las autoridades.
Las fuerzas policiales son esencialmente de la democracia. Es imposible profesar vocación policial sin vocación democrática. La policía es a la democracia y al estado de derecho como la rama al árbol. Velar por la vida, honra, bienes, derechos y garantías de los ciudadanos; contribuir al mantenimiento del orden público y la paz social, a riesgo de la propia vida es estar comprometido con la democracia, como pocos. Y como nadie, la policía es quién aporta sangre y dolor como contribución al sostenimiento del estado de derecho y la democracia, sin solemnes juramentos ni discursos grandilocuentes.
En el mundo actual, la fuerza policial es un elemento fundamental del estado. Decía el Dr. Gregorio Marañón, médico ensayista español hace más de medio siglo, que la eficacia global de un país se puede medir por la eficacia de su policía. Es más importante que el ejército, porque hay países que pueden vivir sin ejército, y ninguno puede vivir sin policía. Es más importante que las organizaciones legislativas y económicas, puesto que todas ellas pueden suspenderse durante un cierto tiempo, sin que el país sufra gravemente, a condición de que su policía se conserve intacta y políticamente aséptica.
Los trabajadores policías de la provincia de Buenos Aires tenemos una larga historia de padecimientos por violaciones de derechos civiles y laborales. Todos los gobiernos, en mayor o menor medida, han abusado del poder de distintas maneras.
Dictaduras y democracias pareciera que han coincidido en la utilización inapropiada de la centenaria institución policial. De ella y de sus integrantes se han servido para sus chanchullos no pocos políticos y más de un general. Y muchos policías, de distintas formas, hemos colaborado, sea por acción o por omisión. Es hora de poner fin también a ello si es que pretendemos una policía íntegramente sana.
Hemos puesto nuestra cuota de sacrificio para la recuperación de la democracia; y quienes están hoy en actividad ponen todo el esfuerzo que humanamente es posible para su sostenimiento, junto al resto de los ciudadanos. Por lo tanto reivindicamos el lugar que nos corresponde en la gran mesa que la democracia ofrece a todos los sectores de la sociedad y de la que hoy somos injusta e ilegalmente discriminados.
La Asociación Profesional de Policías de la Provincia de Buenos Aires –APROPOBA- que agrupa a todo el universo policial, en actividad, retirados, jubilados y pensionados, reclamamos y vamos a continuar reclamando la personería gremial, para sumarnos a la gran tarea de reconstruir el sistema de seguridad pública; contribuyendo con información, ideas y proyectos tendientes a dar un servicio eficiente a la comunidad; a la vez velando por los intereses, derechos y garantías constitucionales y laborales de mujeres y hombres trabajadores de la policía de la provincia. Sin obediencia pasiva, para que no vuelvan a producirse las arbitrariedades y ultrajes que se vienen reiterando hasta hoy.
Decía José Ingenieros:”…la obediencia pasiva es domesticidad sin crítica y sin control, signo de sumisión; el cumplimento del deber implica entereza y valentía, cumpliéndolo mejor quien se sienta capaz de imponer sus derechos…”
APROPOBA entiende que siempre hubo y habrá reformas indispensables que hacer en la Institución, pero que debe hacerse con los policías y no en contra de ellos. Que la optimización del servicio de seguridad no se logró ni se logrará con la enormes y muy costosa reforma estructural de la fuerza. Mucho menos maltratando a quienes expone sus vidas para llevar a la práctica los planes. La solución está al alcance de la mano. Es tiempo propicio para revertir el experimento nefasto de Duhalde-Sola-Arslanián y ponerse a trabajar en serio.
En cambio, si desde los sectores por demás conocidos de nuestra clase política se insiste en seguir haciendo leña de este árbol caído; o si se pretende continuar mirando la realidad solo con ojos electoralistas; haciendo seguridad contra la policía en vez de con la policía. Si se persiste en ocupar las energías del estado y de otras organizaciones, como la prensa, solamente para hablar de los malos policías, que lo hay, dejando a los buenos librados a su suerte, como carne para los buitres. Si la seguridad sigue construyéndose desde escritorios con brillantes técnicos universitarios, dueños de una oratoria envidiable, pero que nunca hablaron con un delincuente, ni secaron jamás las lágrimas de una mujer recién violada o no compartieron las largas noches con la familia de un secuestrado. Si siguen elaborando operativos a toda luz estériles, que solo sirven para malgastar dinero y cansar al personal; entonces la delincuencia seguirá ganando en las calles y se extenderá hasta en los pueblos más apacibles, como ya lo han hecho en las ciudades del interior y en el Gran Buenos Aires. Y se repetirán las puebladas con gente enardecida reclamando en el lugar equivocado, y seguirán cambiando jefes policiales inútilmente, y se verán obligados a seguir mintiendo, hasta que la realidad se imponga por sí sola y arrase con todos.
Dios ilumine a señor Ministro para que con su designación llegue también un poco de sentido común, para el tratamiento de esta cuestión de la seguridad y algo más de democracia republicana para que a los trabajadores policías también le sean respetados sus derechos y garantías constitucionales. Que usted pueda reconstruir la institución dañada y la necesaria buena relación policía-comunidad.
10 de septiembre de 2013.
Jesús Evaristo Scanavino
Comisario (r a)
Secretario de Organización de APROPOBA
jescanav(arroba)hotmail.com
www.apropoba.com.ar