Alguna vez fue un rosarino en el exterior y volvió porque nada “ lo convenció más que Rosario”. Hace muy poco abrió el primer hostel de la ciudad donde depositó sus sueños y mucho de su historia familiar. “Un hostel para mi es el lugar donde el viajero joven (entre 18 y 40 años) que sale a viajar solo o en compañía pero buscando compartir encuentra ese compartir en un hostel, porque en un hotel llegás, la recepción y a tu habitación privada. Aquí en cambio se comparte la habitación, se comparten los baños, el patio, entonces con el respeto que esto implica se generan, a las pocas horas de la llegada, vínculos. Por ejemplo, ayer llegó un chico, esta mañana otro y un poco más tarde otro, a las dos de la tarde los tres se fueron juntos al río, ese el mejor ejemplo de hostel, por lo menos el de mi concepto de hostel”dice Gabriel Zysman, el creador del primer hostel en Rosario y miembro de la red Hostelling Interantional. Esto último implica respetar pautas de higiene, desayuno, comodidades y espacio.
Con energía contagiosa y sin fin, Gabriel charla con nosotros mientras responde a los requerimientos de sus alojados, a veces en inglés y otras en castellano pausado, como cuando le explica al pasajero de Eslovenia que para el día siguiente le han organizado su clase de español. En el momento de la entrevista se alojaban allí viajeros de Eslovenia, Chile, Perú, Inglaterra, Grecia, Australia, y también de San Juan Y Mendoza, lo cual deja claro que la ciudad está recibiendo visitas.
El nombre “La Casona de Don Jaime” incluye el de su abuelo. El alojamiento guarda su espíritu y el lugar “está decorado con cosas que eran de él”, como la bicicleta negra cuya silueta negra luce perfecta colgada desde el techo coronando la escalera del típico patio de una casa chorizo. Las dos ruedas también intengran el logo del hostel: “mi abuelo, inmigrante de Europa se ganó la vida en una bicicleta vendiendo ballenitas, bayaspirinas, etc. trabajando creció y logró comprar esta casona.”
El acceso al hostel puede ser por un hall con la numeración 1051 de la calle Pte Roca o por el bar que está abierto a todo el público: “Mi idea es mixar aquí la gente de Rosario con la que viene de afuera”.
Toda la construcción fue reciclada por el propio Gabriel para el funcionamiento del hostel. Amante de la madera, no desechó nada de la casona y esto se observa perfectamente en el bar. El piso está entarugado con cada una de los tirantes de pinotea de las viejas habitaciones, que después fueron cortados y pulidos. Los estantes están hechos con las puertas de las antiguos muebles. Gabriel nos señala que la barra también se realizó en pinotea y destaca que el marco de entrada vidriada tiene los marcos de las aberturas que ya no eran necesarias para el alojamiento. También en el bar cuelga una araña de cristales, todos esos detalles con el sello de su dueño que dice que el día de la inauguración (hace aproximadamente dos semanas), se emocionó porque vió su sueño hecho realidad.
Gabriel vivió y trabajó en el extranjero, incluso en hostels: “Yo me fui (en el 2001) en busca de un nuevo destino no solo por lo que pasaba en el país, sino porque quería ver si encontraba algo que me convenciera más, y siempre amando a la ciudad, siendo fanático de Rosario. Concocí lugares alucinantes pero nada me convenció más que Rosario. Por eso volví.”