Desde la Red Humanista de Noticias de Salud REHUNO Salud ponemos en marcha un lugar de intercambio donde encontramos una nueva mirada sobre la vida cotidiana basada en una psicología experiencial y existencial (la Psicología del Nuevo Humanismo), y que da unas propuestas concretas de trabajo personal para llegar a un sentido pleno de nuestra existencia y a una vida libre de sufrimientos innecesarios. No es, por tanto, una psicología terapéutica ni que trate sobre ninguna patología, sino que va dirigida a cualquier persona que quiera comprenderse a sí misma y tener herramientas, si así lo desea, para iniciar un cambio positivo en su vida. El bienestar psicológico es sin duda una de las bases de la salud integral, por ello es un aspecto al que hay que atender. Te invitamos a poner en práctica estas propuestas y también a que te comuniques con nosotros y nos cuentes tu experiencia. ¡Escríbenos!
Por Jordi Jiménez
Cuando hablamos de una psicología existencial arraigada en la vida cotidiana y en los placeres y sufrimientos de ésta, no podemos olvidar un tema de vital importancia: el tema de la muerte.
Ya hemos hablado en un artículo anterior acerca de la utilidad psicológica que tiene creer que la muerte no es el fin de todo. Vimos que para la conciencia, la falta de futuro se presenta como una condición que genera sufrimiento. Nuestro psiquismo necesita futuro, se alimenta de él para vivir. Por tanto, la creencia en una vida posterior a la vida, abre el futuro y resulta saludable para la existencia cotidiana. Así, la vida cobra sentido: todo lo que haga aquí tendrá continuidad después.
En este artículo trataremos de describir las distintas posturas que podemos observar ante el tema de la trascendencia. Cabe decir antes de nada que todos tenemos la libertad de creer o no creer en la trascendencia y todos tenemos derecho a ubicarnos en cualquiera de estas posturas que vamos a explicar.
Una primera postura sería la de tener certeza indudable, dada por experiencia, de que la vida continúa después de la muerte. Para estas personas es totalmente evidente la existencia de algo que continúa después de la desaparición del cuerpo físico, ya que han tenido experiencias que les han mostrado tal realidad. La muerte sería apenas un tránsito, un pequeño trámite que hay que hacer para continuar con el proceso de la vida en otro plano o dimensión.
Una segunda postura sería la de la creencia en la inmortalidad, pero dada por educación y por ambiente, no por algo experimentado o sentido por la persona. En la cultura y el lugar en el que estas personas se han desarrollado, se da como cierta esa trascendencia y estas personas creen en ella sin dudarlo, pero sin haberlo experimentado de primera mano.
Una tercera postura sería la de aquellas personas que quieren creer en la inmortalidad, les gustaría creer, pero encuentran ciertas dificultades o impedimentos para ello. En estos casos se podría decir algo así como: “ojalá creyera en la inmortalidad, seguramente mi vida sería mejor, pero no sé cómo hacer… cómo hará la gente para creer en eso?” Son personas que tal vez desean tener algo más que les dé sentido y futuro en la vida, pero no hallan el camino.
Una cuarta postura frente a la trascendencia podría llamarse de “sospecha intelectual”. En tal estado uno siente que tal vez haya algo después, como si fuera simplemente una posibilidad más. Sin embargo, no se le da ninguna importancia al tema y queda por ahí aparcado para otra ocasión: “sí, tal vez haya algo, pero no me preocupa, tengo muchas cosas que hacer…”.
Por último, una quinta postura que niega rotundamente toda posibilidad de inmortalidad y que define a la vida únicamente por sus fenómenos materiales y biológicos. La vida es lo que se ve y cuando desaparece el cuerpo físico no hay nada más.
Desde luego, cada uno de estos “estados” respecto al tema de la trascendencia admiten distintos grados de profundidad y múltiples variaciones e interpretaciones personales, pero sirven para hacer un esquema inicial agrupando la diversidad de opciones que podremos encontrar. Otro tema a tener en cuenta es que las creencias respecto a este tema son móviles, pueden cambiar a lo largo de la vida de una persona según situaciones vividas o circunstancias.
Lo que sí podemos observar es que en función del estado en que me encuentre con respecto al tema de la trascendencia, así será mi actitud y mi vida actual. Esto ocurre debido a la necesidad que tiene la conciencia para moverse hacia el futuro. Como ya hemos comentado, en función del futuro imaginado, así es mi presente. Aunque no se tenga registro experiencial de la inmortalidad, basta el deseo de tenerlo para poner en marcha experiencias que se lancen en esa dirección de búsqueda.
¿Y qué experiencias son esas? Primero, no hay una sola experiencia que realizada un día, sin más, nos dé ese registro profundo y certero acerca de lo que hay en el “otro lado”. Esto tal vez pueda ocurrir en algunos casos extremos, (accidentes, experiencias cercanas a la muerte, shocks emocionales fuertes, etc.). Se trata más bien de ir avanzando poco a poco con diferentes prácticas que nos van a ir dando, con el tiempo, un registro creciente de aquello que buscamos: qué hay después.
Por un lado, tenemos las experiencias guiadas de “La Muerte” y de “El Viaje” (audios disponibles en https://meditabarcelona.org/descargas/; por otro lado, experiencias como las de la Fuerza también nos pueden proporcionar registros interesantes que mostrarán la profundidad de algo que se escapa a la conciencia mecánica y a los datos de los sentidos. Y no hay que olvidarse de los sueños, donde en alguna ocasión pueden aparecer señales o indicadores que nos dejen una experiencia conmovedora.
REHUNO – Red Humanista de Noticias en Salud
Nota Original en: PRESSENZA.COM