Curioso registro de la historia sobre los casamientos entre homosexuales
Cinco matrimonios de personas del mismo sexo se celebraron en el país bajo amparo judicial, a la espera de que el Congreso modifique el Código Civil y de vuelta otra página de la historia, la que sin embargo registra que esas bodas ya se celebraban en la antigüedad.
Norma Castillo y Ramona Arévalo se casaron el 15 de abril último en un Registro Civil porteño
Algunos argumentos contra el matrimonio se sustentan en posturas tradicionales o creencias religiosas que lo prohíben. Sin embargo, hubo épocas en la historia en que los homosexuales fueron condenados a muerte y otros en que se los aceptaba y se celebraban sus bodas.
El matrimonio existía socialmente como lazo de unión entre personas, hetero y homosexuales, desde antes del advenimiento de las tres grandes religiones monoteístas, judía, cristiana e islámica, e inclusive por largo tiempo no fue considerado un sacramento por la Iglesia Católica.
En 1215, el IV Concilio de Letrán lo declaró sacramento indisoluble, monogámico y sagrado entre hombre y mujer. Pero en los doce siglos previos de catolicismo, la institución matrimonial no fue considerada como algo sagrado, y sólo en los últimos ocho siglos comenzó a limitarse explícitamente a personas de distinto sexo.
Muchas civilizaciones como la griega, la romana, la precolombina, la egipcia o la japonesa (donde existía la relación homosexual entre los samurais) la consintieron como algo natural y hasta provechosa, ya que se la creía un medio para que los jóvenes adquirieran sabiduría.
En cuanto a la relación lésbica, si bien no hay prácticamente testimonios no es porque no existiese, sino que se la mantenía oculta ya que el único valor concedido a la mujer antiguamente era el de procrear, no el de sentir placer, y ni siquiera amor.
"Unidos en la vida
y en la muerte"
En 1964, en Saqqara, Egipto, fue hallada una tumba con dos amantes abrazados, Niankhkhnum y Khnumhotep, momificados durante el reinado del faraón Neuserre Izi de la Quinta Dinastía (2416 a 2392 antes de nuestra Era). Se trata de dos hombres y constituye un testimonio homosexual sorprendente: sus nombres significan “Unidos en la vida y en la muerte”.
Más cerca, en el Perú, dos tribus precolombinas, los moches (entre el 100 y el 800) y los chimúes (1200 al 1470) veían como algo muy natural las relaciones homosexuales, al punto en que se celebraban bodas entre los hombres, según sostiene la historiadora limeña Lili Celeste Flores Vega.
Los moches adoraban a Aiec Paec, el dios hacedor, y a Shi, la diosa luna, a quienes los nobles de la tribu consagraban sus hijos: el primogénito a Aiec Paec, para ser entrenado como sacerdote guerrero, y el segundo a Shi, para convertirse en sacerdote ritualista.
A los 14 años, si pasaba todas las pruebas, el primogénito era armado como guerrero y podía elegir entre regresar a su hogar y casarse, o quedarse por dos años más en el templo para convertirse en sacerdote guerrero.
El segundo hijo, educado en los ritos sagrados de la dosa Shi, al cumplir los 12 era consagrado como sacerdote ritualista y presentado a los sacerdotes guerreros de Aiec Paec.
Al día siguiente, los sacerdotes interesados en el niño se daban cita en la explanada del templo de Shi y demostraban sus habilidades cumpliendo una tarea pedida por el pretendido, como cazar un jaguar o un oso. “El ganador desposaba al sacerdote de la diosa Shi y los perdedores, si no habían muerto en la prueba, eran sacrificados a Aiec Paec. La ceremonia nupcial se llevaba a cabo en una noche de luna llena. El sacerdote guerrero no convivía con su desposado”, explicó Flores Vega.
Según la historiadora, los ritos de los Chimúes fueron parecidos a los de los Moches, pero con una diferencia: era el sacerdote Shi quien elegía esposo entre los guerreros más valientes del reino, ya que consideraban a la diosa lunar más importante que Aiec Paec.
“Para un guerrero noble chimú era un gran honor ser escogido como esposo por un sacerdote de Shi pues después de la ceremonia nupcial era nombrado guerrero sagrado y pasaba a vivir en los recintos del templo con su desposado”, apuntó Flores Vega.
Nerón también. Durante el Imperio Romano, Nerón se casó con tres hombres sucesivamente, además de con dos mujeres, según relata Cayo Suetonio Tranquilo en su obra “Vidas de los doce Césares”. Para los romanos el matrimonio era un contrato privado entre particulares.
Con todo, la aceptación social de la homosexualidad declinó en Roma desde mediados de la época imperial y su práctica terminó siendo prohibida al comenzar la era cristiana por Teodosio I en el 400, quien mandó a castigarla con la pena de muerte.
Grecia fue mucho más permisiva, quizás porque en sus mitos la homosexualidad siempre estaba presentes: Zeus se enamoró de Ganímedes, hijo del rey de Troya, a quien raptó y llevó al monte Olimpo donde “para disgusto de Hera, esposa legítima del dios) compartieron el lecho hasta que finalmente el joven fue convertido en la constelación de Acuario
Y Apolo, hijo de Zeus, se enamoró de tal forma del joven Jacinto que por mucho tiempo el oráculo de Delfos estuvo sin su dios protector.
También son famosos los amores de Hermes con Himeneo, de Aquiles con Patroclo y de Heracles (el Hércules romano) con Iolao, con quien coqueteaba mientras realizaba sus doce hazañas.
fuente: lacapital.com.ar