Agradecemos este texto al Ingeniero Daniel León, Maestro de la Escuela de Silo.
Recibido en nuestra redacción el 30 de Mayo de 2024, lo compartimos inmediatamente con nuestros lectores:
EL CIELO ES REAL
Introducción:
La famosa revista Newsweek sorprendió a muchos en su edición de Octubre
2012 con una portada y un titular impactante: «El cielo es real – La experiencia de un Doctor en el más allá». La revista publica un artículo escrito por un prestigioso neurocirujano estadounidense, que luego de haber vivido una Experiencia Cercana a la Muerte (ECM), asegura haber visto y viajado al más allá. Presentamos a continuación la traducción completa de la nota de Newsweek.
«-Como neurocirujano, yo no creía en el fenómeno de las experiencias cercanas a la muerte. Hijo de un neurocirujano, crecí en un mundo científico. He seguido el camino de mi padre y me convertí en un neurocirujano académico, enseñando en Harvard Medical School y otras universidades. Entiendo lo que ocurre en el cerebro cuando las personas están a punto de morir, y siempre había creído, que había una buena explicación científica para los «viajes celestiales» fuera del cuerpo, descritos por aquellos que escapaban a la muerte por poco.
El cerebro es un mecanismo sorprendentemente sofisticado, pero extremadamente delicado. Si se reduce la cantidad de oxígeno que recibe, así sea la cantidad más pequeña, este reaccionará. No era una gran sorpresa que las personas que habían sufrido un traumatismo grave, regresaran de sus experiencias con historias extrañas. Pero eso no significaba que habían viajado a algún lugar real.
Aunque me consideraba un creyente cristiano, era más de título, que de creencia real. No me molestaban los que querían creer que Jesús, era más que simplemente «un buen hombre» que había sufrido a manos del mundo.
Simpatizaba profundamente con aquellos que querían creer, que había un Dios en alguna parte ahí fuera que nos amaba incondicionalmente. De hecho, envidiaba a esas personas la seguridad que esas creencias sin duda les proporcionaban. Pero como «científico», simplemente creía que era incorrecto creer en eso.
En el otoño del 2008, sin embargo, después de siete días en un estado de coma, en el que se inactivó la parte humana de mi cerebro, el neocórtex, experimenté algo tán profundo, que me dio una razón científica para creer en la conciencia, después de la muerte.
Sé, cómo pronunciamientos como el mío les suenan a los escépticos, así que voy a contar mi historia, con la lógica y el lenguaje del científico que soy.
Muy temprano por la mañana, hace cuatro años, me desperté con un dolor de cabeza muy intenso. En cuestión de horas, mi corteza entera – toda la parte del cerebro que controla el pensamiento y la emoción, y que en esencia que nos hace humanos – «se había apagado». Los médicos del Hospital General de Lynchburg en Virginia, un hospital donde yo mismo trabajaba como neurocirujano, determinaron que de alguna manera, había contraído una meningitis bacteriana muy poco frecuente, que ataca sobre todo a los recién nacidos. Bacterias de e. coli, habían penetrado en mi líquido cefalorraquídeo y estaban comiendo mi cerebro.
Cuando entré en la sala de emergencias aquella mañana, mis posibilidades de supervivencia en algo más que un estado vegetativo, yá eran bajas.
Pronto estas posibilidades cayeron a casi nulas. Durante siete días estuve en un coma profundo, mi cuerpo sin respuestas, mis funciones cerebrales superiores, totalmente fuera de línea.
Luego, en la mañana de mi séptimo día en el hospital, mientras mis médicos consideraban «si se suspendía el tratamiento», mis ojos se abrieron de golpe.
No hay una explicación científica, para el hecho de que mientras mi cuerpo estaba en estado de coma, mi mente – mi conciencia, mi yo interior – estaba viva y bién. Mientras las neuronas de mi corteza cerebral fueron aturdidas, hasta su total inactividad, por las bacterias que las habían atacado, mi conciencia, liberada del cerebro había viajado a una diferente y mayor dimensión del universo: una dimensión, que nunca había soñado que podía existir, y que mi viejo yo, previo al coma, hubiera estado más que felíz explicando que se trataba de una simple imposibilidad.
Pero esa dimensión, a grandes rasgos, la misma que describen incontables personas, que han vivido experiencias cercanas a la muerte u otros estados místicos, está allí. Existe, y lo que vi y aprendí allí, me ha puesto literalmente en un «mundo nuevo»: un mundo, en el que somos mucho más que nuestros cerebros y cuerpos, y donde la muerte no es el final de la conciencia, sino más bién, un capítulo de un vasto e incalculablemente positivo viaje.
No soy la primera persona, en tener evidencia de que la conciencia existe más allá del cuerpo. Breves y maravillosos destellos de este reino, son tan antiguos como la historia humana. Pero hasta donde yo sé, nadie antes que yo, haya viajado alguna vez a esta dimensión (a), mientras su corteza estaba completamente apagada, y (b), mientras que su cuerpo estaba bajo observación médica al minuto, como lo estuvo mi cuerpo, durante los siete días completos de mi estado de coma.
Todos los argumentos principales, en contra de las experiencias cercanas a la muerte, sugieren que estas experiencias son el resultado de un mínimo, transitorio, o parcial, «mal funcionamiento de la corteza cerebral». Sin embargo, mi experiencia cercana a la muerte, no tuvo lugar mientras mi corteza estaba funcionando mal, sino mientras estaba simplemente «apagada». Esto se desprende claramente de la gravedad y la duración de mi meningitis, y de la complicación cortical global, documentada por los escaneos TC y exámenes neurológicos. Según el conocimiento médico actual sobre el cerebro y la mente, no hay absolutamente ninguna manera, de que yo pudiera haber experimentado ni siquiera una conciencia débil y limitada, durante mi tiempo en el estado de coma, y mucho menos la odisea híper-vívida y completamente coherente, que experimenté.
Me tomó meses, aceptar lo que me pasó. No sólo la imposibilidad médica, de que había estado consciente durante mi coma, pero más importante aún, las cosas que sucedieron durante ese tiempo. Hacia el comienzo de mi aventura:
Yo estaba en un lugar de nubes, grandes, esponjosas, de color rosa-blanco, que se presentaron nítidamente en contraste con el profundo cielo negro-azul.
Más alto que las nubes, inconmensurablemente más alto, una multitud de «seres transparentes y brillantes» se movían trazando arcos por el cielo, dejando largos trazos, como serpentinas detrás de ellos.
¿Pájaros? ¿Ángeles? Estas palabras las registré más tarde, cuando estaba escribiendo mis recuerdos. Pero ninguna de estas palabras, le hace justicia a estos seres, que eran, sencillamente, diferentes a todo lo que he conocido en éste planeta. Eran más avanzados. «Formas superiores».
Un sonido, enorme y retumbante como un canto glorioso, descendió desde lo alto, y me pregunté ¿si los seres alados lo estaban produciendo?.
Nuevamente, pensando en ello más tarde, se me ocurrió que la alegría de estas criaturas, mientras volaban alto era tal, que tenían que emitir éste sonido, y que si la alegría no salía de ellos de esta manera, entonces simplemente no serían capaces de contenerla. El sonido era palpable y casi material, como una lluvia que se puede sentir en tu piel, -pero que no te moja-.
Ver y escuchar, no estaban separados, en éste lugar donde ahora estaba.
Podía escuchar la belleza visual de los cuerpos plateados, de éstos seres brillantes que estaban arriba, y pude ver la perfección creciente, alegre de lo que cantaban. Parecía que no se podía ver o escuchar ninguna cosa en este mundo, sin volverse parte de ella, sin unirse con ello de alguna forma misteriosa. Una vez más, desde mi perspectiva presente, me permito sugerir, que no se podría mirar “hacia nada» en ese mundo en absoluto, porque la palabra «hacia» en sí misma, implica una separación que allí no existía. Cada cosa era distinta, pero cada cosa, era también una parte de todo lo demás, al igual que los diseños ricos y entremezclados, en una alfombra persa … o en el ala de una mariposa.
Se vuelve más extraño aún. Durante la mayor parte de «mi viaje», alguien más estaba conmigo. Una mujer. Ella era joven, y me acuerdo de cómo era en detalle. Tenía los pómulos altos y ojos profundamente azules. Trenzas doradas enmarcaban su hermoso rostro. La primera vez que la vi, estábamos juntos, cabalgando sobre una superficie con un intrincado patrón, que después de un momento, me di cuenta que era el ala de una mariposa. De hecho, millones de mariposas estaban alrededor de nosotros, enormes y agitadas olas de ellas, que se zambullían en un bosque y volvían de nuevo a nuestro alrededor. Era un río de vida y color, moviéndose a través del aire. La vestimenta de la mujer era simple, como la de un campesino, pero sus colores en polvo azul, índigo y pastel de naranja-durazno, tenían la misma abrumadora y súper vívida vitalidad, que todo lo demás. Ella me miró, con una mirada que, si la vieras durante cinco segundos, haría que tu vida entera hasta ese punto, valiera la pena, sin importar lo que haya ocurrido en ella hasta ahora. No era una mirada romántica. No era una mirada de amistad. Era una mirada que de alguna manera, estaba más allá de todo ésto, más allá de todos los diferentes tipos de amor, que tenemos aquí en la tierra. Era «algo superior», que contenía todos estos tipos de amor en sí mismo, mientras al mismo tiempo, era mucho mayor que todos ellos.
Sin pronunciar una sola palabra, ella me habló. El mensaje me atravesó como un viento, y al instante comprendí que era cierto. Lo supe de la misma manera, en que supe que el mundo que nos rodeaba era real, no era una fantasía pasajera e insustancial.
El mensaje tenía tres partes, y si tuviera que traducirlas al lenguaje terrenal, sería algo así como ésto:
«Ustedes son amados y apreciados, muchísimo y para siempre.»
«No tienes nada que temer.»
«No hay nada que puedas hacer para el mal.»
El mensaje, me inundó con una inmensa y loca sensación de alivio. Era como si me hubieran entregado las reglas de un juego, al que había estado jugando toda mi vida, sin nunca haberlo comprendido plenamente.
«Te vamos a mostrar muchas cosas aquí», dijo la mujer, una vez más, sin llegar a utilizar éstas palabras, sino transmitiéndome directamente su esencia conceptual. «Pero eventualmente vas a regresar».
Para ello, sólo tenía una pregunta.
¿Regresar a dónde?
Un viento cálido soplaba, como los que surgen en los días más perfectos de verano, sacudiendo las hojas de los árboles y fluyendo como agua celestial. Una brisa divina. Esto cambió todo, transformando el mundo a mi alrededor en una octava incluso más alta, una vibración más alta.
A pesar de que aun tenía una pequeña función del lenguaje, al menos la idea que tenemos de él en la Tierra, sin decir palabras comencé a formular preguntas a éste viento, y al «ser divino», que sentía que trabajaba detrás de él o dentro de él.
¿Dónde está éste lugar?
¿Quién soy yo?
¿Por qué estoy aquí?
Cada vez que expresé silenciosamente una de estas preguntas, la respuestas llegaron inmediatamente, en una explosión de luz, color, amor y belleza, que soplaba a través de mí como una ola rompiendose. Lo más importante de estas explosiones, és que no callaban mis preguntas abrumándolas.
Respondían a las preguntas, pero de una forma, que pasaba el lenguaje por alto. Los pensamientos me entraban directamente. Pero no era el pensamiento, como lo experimentamos en la Tierra. No era vago, inmaterial o abstracto. Estos pensamientos eran sólidos e inmediatos, más calientes que el fuego y más húmedos que el agua, y mientras los recibía, éra capaz de comprender al instante y sin esfuerzo, conceptos que me habría llevado años comprender plenamente, en mi vida terrenal.
Seguí avanzando y me encontré ingresando en un inmenso vacío, completamente oscuro, infinito en tamaño, pero también infinitamente reconfortante. Era profundamente negro, pero a la vez rebosante de luz:
Una luz que parecía venir de un orbe brillante, que ahora sentía más cerca de mí. El orbe era una especie de “intérprete”, entre yo y ésta vasta presencia que me rodeaba. Era como si yo, estuviera naciendo a un mundo más grande, y el propio universo, era como un útero cósmico gigante y el orbe (que sentí estaba conectado de alguna manera con, o incluso era idéntico a la mujer, sobre el ala de la mariposa) fué guiándome a través de él.
Más tarde, cuando volví, me encontré con una cita del Siglo XVII, del poeta cristiano Henry Vaughan, que estuvo muy cerca de describir éste lugar mágico, este núcleo vasto y negro como tinta, que era el hogar de la misma «Divinidad».
“Hay -dicen algunos- en Dios, una oscuridad profunda, pero deslumbrante”.
Eso era exactamente: una negra oscuridad, que también estaba rebosante de luz.
Sé muy bien cuán extraordinario, cuan francamente increíble, todo ésto suena. Si alguien, incluso un médico, me hubiera contado una historia como ésta, en los viejos tiempos, hubiera estado bastante seguro, de que estaba bajo el hechizo de algún delirio. Pero lo que me pasó fué, lejos de ser delirante, tan real o más real, que cualquier otro acontecimiento en mi vida. Eso incluye el día de mi boda y el nacimiento de mis dos hijos.
Lo que me pasó, exige una explicación.
La física moderna, nos dice que el «universo» es una unidad que és indivisible. Aunque parece que vivimos en un mundo de separación y diferencia, la física nos dice que debajo de la superficie, cada objeto y acontecimiento en el universo, está completamente entretejido con todos los demás objetos y eventos. No hay una verdadera separación.
Antes de mi experiencia con estas ideas, eran abstracciones. Hoy, «son realidades». El universo, no sólo está definido por la unidad, sino también, ahora lo sé, definido por el amor. El universo como lo experimenté, en mi estado de coma és – he descubierto con sorpresa y alegría- el mismo, sobre el cual tanto «Einstein» cómo «Jesús», habían hablado en sus (muy) diferentes maneras.
He pasado décadas, como neurocirujano en algunas de las instituciones médicas más prestigiosas de nuestro país. Sé que muchos de mis compañeros se aferran, como yo en el pasado, a la «teoría» de que el cerebro, y en particular la corteza, genera la conciencia y de que vivimos en un universo desprovisto de cualquier tipo de emoción, y mucho menos del amor incondicional, que ahora sé que «Dios y el universo» tienen hacia nosotros. Pero esa creencia, esa teoría, ahora yace rota a nuestros pies.
Lo que me pasó la destruyó, y tengo la intención, de pasar el resto de mi vida investigando la verdadera naturaleza de la conciencia y difundiendo el hecho de que somos más, mucho más, que nuestro «cerebro físico», lo más claro que pueda, tanto hacia mis colegas científicos, como hacia la gente en general.
No espero que esto sea una tarea fácil, por las razones que he descrito anteriormente. Cuando el castillo de una vieja teoría-científica, comienza a mostrar líneas de falla, al principio nadie quiere prestar atención. En primer lugar, el antiguo castillo, simplemente ha tomado mucho trabajo para ser construido, y si se cae, uno completamente nuevo tendrá que ser construido en su lugar.
Esto lo aprendí de primera mano, después de que estuve lo suficientemente bién, como para volver a salir al mundo y hablar con otras personas -personas, es decir, que no sean mi sufrida esposa, Holley, y nuestros dos hijos-, acerca de lo que me había pasado. Las miradas de incredulidad cortés, especialmente entre mis amigos médicos, pronto me hicieron ver, la grán tarea que tendría, para que la gente comprendiera la enormidad de lo que había visto y experimentado esa semana, mientras mi cerebro «estaba apagado».
Uno de los pocos lugares en los que no tuve problemas para transmitir mi historia, era un lugar que antes de mi experiencia, había visto bastante poco: «la iglesia».
La primera vez que entré en una iglesia después de mi coma, veía todo con ojos nuevos. Los colores de los vitrales, me recordaron la luminosa belleza de los paisajes que había visto en el mundo de arriba. Las notas bajas profundas del órgano, me recordaron cómo los pensamientos y emociones en ése mundo, son como olas que se mueven a través de tí. Y, lo más importante, una pintura de Jesús partiendo el pan con sus discípulos, evocó «el mensaje» que permanece en el corazón mismo de mi viaje: que somos amados y aceptados incondicionalmente, por un «Dios», aún más grande e insondablemente glorioso, que el que me habían enseñado de niño, en la escuela dominical.
Hoy en día, muchos creen que las «verdades espirituales vivas» de la religión han perdido su poder, y que la ciencia, no la fé, es el camino a la verdad. Antes de mi experiencia, tenía una fuerte sospecha, de que ése era el caso mío.
Pero ahora, entiendo que ésta opinión es demasiado simple. El hecho cierto, es que la imagen materialista del cuerpo y el cerebro como los productores, en lugar de los vehículos, de la conciencia humana, está condenada. En su lugar, una nueva visión de la mente y el cuerpo vá a surgir, y de hecho ya está emergiendo. Este punto de vista es científico y espiritual en igual medida y valorará lo que los más grandes científicos de la historia, siempre se han valorado por sobre todo: «la verdad».
Esta nueva imágen de la realidad, tomará mucho tiempo en armarse. No va a estar terminada en mi tiempo, o incluso, sospecho, tampoco en el tiempo de mis hijos. De hecho, la realidad es demasiado vasta, demasiado compleja y demasiado irreductiblemente misteriosa, para que una imágen de ella, alguna vez, llegue a estar absolutamente completa. Pero, en esencia, esta imágen mostrará al universo «en evolución, multidimensional», y conocido en detalle, hasta cada uno de sus últimos átomos, por un Dios que nos cuida mucho más profunda y apasionadamente, que cualquier padre, que alguna vez haya amado a su hijo.
Aun sigo siendo un doctor, y aun sigo siendo un hombre de ciencia, casi exactamente igual a como éra antes de que tuviera «mi experiencia». Pero en un nivel más profundo, «soy muy diferente» a la persona que éra antes, porque he podido vislumbrar ésta imágen de la «realidad» que está surgiendo. Y, puedes creerme, cuando te digo que vá a valer la pena, cada pequeño paso de la labor que nos llevará -y a los que vienen después de nosotros-, para llegar a comprenderla bien.»
Dr. Eben Alexander
The Daily Beast,
08 de Octubre 2012
Publicado Lunes, 3 de Diciembre de 2012
www.lifebeyonddeath.net