Queda poco por decir respecto al estrago ambiental producido por agrotóxicos de uso permanente y masivo
Queda poco por decir respecto al estrago ambiental producido por agrotóxicos de uso permanente y masivo.
Habló la ciencia independiente, desde un frío lugar lleno de luces y sombras; y también la justicia con mensaje extemporáneo e insuficiente…
Hablaron algunos ambientalistas desde la reclusión intelectual de la moneda; con independencia, honestidad y lucidez, otros;
Y después hablaron técnicos y políticos… y ya no se entendió más nada.
Mientras, somos arrastrados hacia el vértice de un cono donde la gente pobre muere y seguirá muriendo sin reconocimiento, siquiera, de una estadística atroz.
Han aprisionado los pueblos con un corsé de avaricia que mata; que nos estruja en una mínima franja de tierra arrasada que, por derecho personalísimo, pertenece a la urbe, no al agro; una actitud predatoria y voraz que no se entiende sino por patológicos apetitos de dinero y poder garantizado desde un buró político-técnico que no nos quiere y tapa la boca de mil espurias maneras. Excluidos, enfermos y terroristas…
¿Como se sale de este galimatías semántico, intencional y perverso?
¿Cómo salvamos a los pueblos del lento pero progresivo envenenamiento?
¿Cómo hablarles a los políticos para que recapaciten y nos den una oportunidad de seguir viviendo?
El uruguayo Eduardo Galeano, propone esta manera:
Ocurrió en Italia, en un equipo de football con 11 jugadores rubios de piel blanca, y uno negro, TODO NEGRO.
El jugador negro era sistemáticamente estigmatizado por tribunas xenofóbicas, discriminadoras e intolerantes: Negro de m…., mono de m….
Esta actitud inhumana y provocativa terminó minando la tolerancia y la paciencia del equipo aludido. Entonces bregaron con más fuerza, hasta el cansancio pidiendo cesen en tan injusto comportamiento. Solo consiguieron más burlas y anárquicos comportamientos.
No fue un iluminado-mesías quien procuró la solución al problema, fue la mente colectiva de los 11 jugadores perfectamente alineados en un fin:
¡Todos pintaron sus caras de negro!.
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Victor Krieger Fabbroni